La ternura no afloró quizás en la señora Thatcher cuando ordenó hundir el buque Belgrado causando la muerte de 323 marineros. Los documentos desclasificados revelan que la dama de hierro británica buscó un gran golpe al torpedear el crucero argentino cuando la guerra de las Malvinas. Todo el candor de Maryl Streep no alcanza a borrar una historia con exceso de hierro. Sin embargo, cierta energía femenina sí comienza en nuestros días a imprimir en la política un esperanzador giro.
El poder necesita de mujeres a las que sí les tiemble la mano antes de ordenar la muerte de centenares de soldados “enemigos”, que no dejen morir en huelga de hambre a los presos políticos, que auspicien procesos de unidad entre las naciones, que no ensalcen tiranos, ni regímenes segregacionistas… El poder necesita de mujeres de yang y yin en dinámico equilibrio.
Margaret Thatcher, la real y la de celuloide, es al fin y al cabo hija de su tiempo. Los ochenta sólo permitían en el poder mujeres con predominio de hierro en su aleación. La revolución no estriba en el hecho de que una mujer pueda alcanzar liderazgo de una nación. Hay de ello abundantes ejemplos en el mundo, sin embargo muchas de esas mujeres han desembarcado con sus pantalones bien planchados, con su voz ronca, con su rostro de acero. Ese panorama va felizmente cambiando. Casi treinta años después, una suerte de ternura encarnada por una mujer que no renuncia a su feminidad, comienza a ser admitida en las superiores esferas de gobierno de muchos países. Estas son las revoluciones que no abren los telediarios, pero que sí nos cargan de esperanza.
En nada progresamos con que un líder político tenga nombre de mujer, el adelanto radica en impregnar de valores y energía femenina el severo arte de la política. Es la complementariedad entre esos principios femeninos de acogida, acercamiento, comprensión…, y los masculinos de iniciativa, fuerza, coraje…, la que revela el yin y yang idóneos, la fórmula adecuada de gobierno.¿Vivimos en España algo de ello? Carmen Chacón rebajó la adustez militar con su mirada cálida, con su verbo sensible. Entre los toques de corneta sonaba con ella un discurso más amable. A la exministra le sobra ternura femenina en su presencia, su mirada, en sus gestos…, incluso en sus desfiles militares. En sus comparecencias se esfuerza en manifestarse con aplomo y poderío, en atrapar el hierro que le falta. El tono de voz de sus alocuciones trata de alcanzar, con mayor o menor fortuna, el yang del que adolece.
Cuando recientemente la líder socialista dejó el mando del Ejército y con toda su fuerza emocionada gritó, delante de las tropas, aquel “Viva España”, al que de alguna forma instó un provocador Bono, a nadie se le escapó el mensaje que enviaba. Era una vibración sutilmente diferente. Quizás esa mañana la “marca España” encontró algún eco más allá de sus incondicionales. El grito de la líder catalana pudo tocar más de una fibra nueva. Se trataba de otra España con rostro más femenino, más generoso e integrador. Casi afloran las lágrimas en aquellos ojos grandes, casi nos gana para la causa de su España. Tras tantos años de vítores a “la nación”, de proclamas con fondo de uniformización y abuso, la nueva España más humilde, más de entre todos, más solidaria de Carmen Chacón puede encontrar visos de progreso.
De la líder socialista nos puede distanciar una España aún demasiado compacta que ella con contenida emoción vitorea. Nos puede separar el modelo social, el paradigma desarrollista y consumista en el que el socialismo sigue muy implicado, pero sin embargo nos une esa forma más amable, más cercana, menos confrontadora y dura de hacer política. Chacón al frente del socialismo español sería una buena noticia, no digamos ya al frente del país, si algún día llegara a enfriarse la fiebre conservadora.
No se interpreten estas líneas como guiño a una formación política. Muchos genuinos y legítimos anhelos quedan fuera del programa del puño y la rosa. Hay también un necesario coraje para defender la Tierra que aún no ha conquistado los corazones socialistas. Pero sí como guiño a una nueva forma de gobernar que busque el encuentro, la armonización de los contrarios, la humanización en general de la función pública; sí como constatación ilusionante de que la energía femenina, durante milenios, desterrada, culpabilizada, ninguneada…, puede alcanzar las más altas cotas de liderazgo.
Koldo Aldai es amigo y coautor del libro "Espiritualidad y Política", enlace a su blog "Artegoxo"