Envejecimiento Activo
No fue hasta cumplidos los diez años de su hijito, que los padres de Alfonsito Calvo Cerrato comenzaron a preocuparse de verdad, pues resultó que en vísperas de Reyes, Alfonsito no les solicitó, como hubiera sido lo normal en un niño de su edad, un juego de química, un scalectrix o una bicicleta, sino una boina y una garrota, confirmando así el reiterado deseo formulado un año atrás: “Queridos papás, yo lo que quiero es ser anciano”. Esta acusada gerontofilia, había llevado a los apenados papás de Alfonsito a muchas renuncias, la principal de la cuales fue a que se relacionase con otros niños y jugase con ellos. La alegación de Alfonsito no pudo ser más rotunda: “Queridos papás, ninguno de mis amiguitos sabe jugar al dominó y mucho menos al tute subastao”. Dicho lo cual, el pequeño berreaba hasta conseguir que sus progenitores accedieran a llevarlo a mirar tras los cristales, el salón principal del Hogar del Pensionista del barrio. Allí, con la nariz pegada al vidrio, la boca babeante de placer y los ojos bizcos de gozo, Alfonsito Calvo Cerrato contemplaba con envidia las mesas de juego ocupadas por abuelillos gargajeantes y vocingleros y esperaba con ansia los días en que se organizaban bailes de pasodobles, pues nada contentaba más a Alfonsito que escuchar “En er mundo” o “España cañí” o cualquier bolero de Machín imaginando que su pareja de danza fuera una abuela seducida. Por el contrario, gran disgusto fue el que se llevó nuestro amigo Alfonsito al comprobar que los dientes de leche que se le comenzaron a caer en cuanto alcanzó la edad apropiada, eran sustituidos por otros nuevos, pues creyó que el pacto establecido con el Ratoncito Pérez llegaría a hacer realidad su anhelo, esto es, que las encías le quedaran mondas y lirondas y que sus papás se vieran obligados a encargarle una dentadura postiza. Hoy nos hemos enterado que el que fue niño Alfonsito, convertido ya en Alfonso Calvo Cerrato, inspector de Hacienda, llegó a ponerse en manos del doctor Corchuelo, afamado cirujano estético, que le cobró un dineral por someterlo a una intervención que le dejó el rostro lleno de arrugas y el cuerpo ajado, para que posteriormente y haciendo uso de una triquiñuela legal, pudiera jubilarse con apenas cuarenta años y realizar así uno de sus sueños, viajar a Benidorm con el Imserso.
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Solución al Damero anterior (nº 51):
A. Lombarda, B. Duplo, C. Untaré, D. Revoca, E. Rabino, F. Esteban, G. Ladre, H. Lábaro, I. Laya, J. Intenso, K. Muesca, L. Óleo, M. Nebulosa N. Eres, Ñ. Shoe, O. Aranés, P. Muesca, Q. Ahorrad, R. Rubicón, S. Goyesco, T. Ofelia, U. Sochantre..