Dando a luz en la oscuridad, Elisabeth Eidenbenz (1913-2011)

Por Sandra @sandraferrerv
La historia de la humanidad está plagada de episodios oscuros. Guerras, genocidios, asesinatos, injusticias que tiñen de negro muchas de las páginas de nuestros libros y de nuestra memoria. Demasiados hechos que fácilmente nos podrían a llevar a perder la fe en el ser humano si no fuera porque a veces aparecen pequeños rayos de esperanza. Hechos que por desgracia no siempre se registran en los ensayos o análisis históricos, pero que, cuando se conocen, ayudar a seguir creyendo. Los primeros años del siglo XX no estuvieron exentos de esas guerras y crueldades que asolaron casi todo el planeta. Pero en aquellos tiempos tristes y desoladores, hubo muchas personas que no se rindieron. Una de ellas fue una maestra suiza, con fuerte carácter y dispuesta a ayudar a los demás a costa de su propia vida si era necesario. Aquella mujer se llama Elizabeth Eidenbenz. Falleció hace tan sólo dos años pero su historia no se ha perdido.

La maestra solidaria
Elisabeth Eidenbenz nació el 12 de junio de 1913 en la ciudad suiza de Wila. Elisabeth estudió magisterio y ejerció su profesión como maestra primero en Suiza y más tarde en Dinamarca. Mujer de profundos ideales sociales y pacifistas seguía atentamente los terribles acontecimientos que asolaron Europa en aquellos años. 

Elisabeth era una joven maestra de poco más de veinte años cuando en España se vivía una terrible guerra civil. Fue en ese conflicto donde decidió dar rienda suelta a sus sentimientos solidarios y de ayuda a los más desfavorecidos. Así, después de recibir una básica formación sobre primeros auxilios, Elisabeth se unió a los voluntarios de la Asociación de Ayuda a los Niños de la Guerra que tenía como misión actuar en ayuda de la población civil en la zona republicana. 

El 24 de abril de 1937 la maestra convertida en enfermera llegaba a Madrid con el resto de voluntarios dispuesta a ayudar sobre todos a las madres y los niños que se encontraban en peligro de malnutrición y se veían abocados a una muerte segura. 

La maternidad de Elna Finalizada la Guerra Civil Española, en la que Franco salió victorioso y se erigió como dictador de España, fueron muchos los exiliados fieles a la república que huyeron más allá de los Pirineos. Los miles de personas que se instalaron en los campos de refugiados del sur de Francia colapsaron a las autoridades francesas. Las mujeres embarazadas debían parir en establos, en un espacio carente de cualquier garantía sanitaria. Después de dar a luz, y sin esperar en ningún momento a la recuperación de la madre y el recién nacido, eran devueltos a los barracones de los campos de refugiados.

Maternidad de Elna

En aquellas condiciones infrahumanas no es extraño que la práctica totalidad de bebés y muchas de sus madres no sobrevivieran. Elisabeth no se resignó a ver cómo cientos de mujeres y bebés sucumbían al hambre y al frío delante suyo. 

En su búsqueda desesperada por encontrar una situación a aquel drama humano, Elisabeth encontró un palacete abandonado junto al campo de Argelès-sur-Mer, en una localidad llamada Elna. A pesar de estar en ruinas, para ella fue la solución.

Con la ayuda de hombres voluntarios que reformaron como pudieron aquel casón viejo y medio derruido, Elisabeth consiguió organizar una maternidad que estaría en activo desde 1939 hasta 1944 y que llegaría a salvar la vida de unos 600 niños y otras tantas mujeres. 

Elisabeth no era matrona ni enfermera de profesión pero con su voluntad y decisión ayudó a que las mujeres embarazadas que llegaban a los campos de refugiados pudieran parir con cierta dignidad y, sobre todo, con unas mínimas garantías de supervivencia. 

La maternidad de Elna se mantuvo primero gracias a las donaciones que llegaban de toda Europa y más adelante por su filiación a la Cruz Roja. Este hecho ayudó en el aspecto económico pero no en el humano. 

En un primer momento las mujeres que llegaron a la maternidad venían de la España republicana, alrededor de 400. Pero con la subida al poder de Hitler, los refugiados llegados de Alemania, en su mayoría judíos, fueron cada vez en aumento. Se calcula que fueron unos 200 los bebés judíos que nacieron en la maternidad de Elna. Considerados como refugiados políticos, supusieron más de un dolor de cabeza a Elisabeth pues la Cruz Roja obligaba a todas las instituciones a ella adherida a seguir los dictados de su política sobre neutralidad. Por ello, Elisabeth no dudó en falsificar muchos documentos de aquellas madres.

Pronto llegaría también a oídos de la omnipresente Gestapo, la policía secreta del Tercer Reich, las actividades que se realizaban en aquella maternidad perdida en el sur de Francia. Pero a pesar de que las amenazas fueron constantes e incluso Elisabeth fue detenida en una ocasión, el centro continuó con su trabajo humanitario.

Los nazis consiguieron su propósito y en 1944 conseguían cerrar la maternidad de Elna. A pesar de todo, Elisabeth podía sentirse orgullosa. En cinco años había salvado más de un millar de vidas y, lo más importante, había devuelto la esperanza a aquellas personas que veían en el horizonte un futuro oscuro y sin esperanza. 

Elisabeth Eidenbenz pasó el resto de su vida en su hogar cerca de Viena hasta que falleció hace dos años en Zurich, el 23 de mayo de 2011, a la edad de 97 años.

Su historia permaneció oculta hasta que, al final de su vida, llegaron los reconocimientos públicos. En 2002 la localidad de Elna de dedicó un homenaje y el estado de Israel le entregó la Medalla de los Justos Entre las Naciones. En años posteriores recibió otros reconocimientos como la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social otorgada por el Gobierno de España, La Cruz de San Jorge, de la Generalitat de Cataluña y la Legión de Honor, concedida por el Gobierno Francés.  Si quieres leer sobre ella  La maternidad de Elna, Assumpta Montella