Tenía 15 años. Se llamaba Dani Quintana y vivía en Almacelles (Lleida). En julio pasado decidió quitarse la vida tras sufrir, durante meses, una situación de acoso y violencia escolar en el Institut Canigó, donde estudiaba.
Tambien Puede Interesarte:Escándalo en una escuela de Rosario: una docente le dijo a una alumna venezolana “Vuélvase a su país”Según relata su madre, Marina, el adolescente era víctima de robos, destrucción de su material escolar, aislamiento en el recreo y amenazas con una navaja por parte de otros compañeros. A pesar de las advertencias reiteradas de la familia, el centro educativo minimizó los hechos y no aplicó las medidas necesarias de protección.
“No vieron evidencias claras de acoso”
Tambien Puede Interesarte:Bobbi Althoff pide entrevistar a Donald Trump tras detención de un amigo por el ICELa Inspección educativa de Cataluña (@educaciocat) respondió recientemente que “no encontró evidencias claras” de acoso escolar en el caso de Dani.
Una frase que ha provocado indignación entre familiares, asociaciones y ciudadanos que denuncian una reacción institucional repetitiva y evasiva ante casos graves de violencia escolar.
La asociación @trencats, que acompaña a familias afectadas, condenó la respuesta de la inspección:
“Decir que no hay evidencias claras es admitir que no se actuó. La inspección educativa debe garantizar que los colegios activen todas las medidas de protección desde el primer aviso, sin excusas ni valoraciones subjetivas”.
La madre pide justicia y memoria para su hijo
Marina, la madre de Dani, ha hecho pública la foto de su hijo y su historia para concienciar y evitar que otros adolescentes pasen por lo mismo.
“Solo haciendo público el caso conseguimos que las consejerías de Educación se vean obligadas a reconocer la inacción de los centros. No queremos venganza, queremos verdad y responsabilidad”, expresó.
Un patrón que se repite
El caso de Dani no es aislado. Su nombre se suma al de Sandra Peña, cuya muerte hace apenas unos meses reabrió el debate sobre la responsabilidad de los colegios e instituciones en la prevención del acoso escolar.
Y antes de ellos estuvieron Kira, Daniela, Lucía, Alejandro, Laura, Claudia, Óscar, Ilan, Adam, Diego, Carla, Alan, Hugo, Alana, Jokin… y muchos otros jóvenes cuyas muertes no deben quedar en el olvido.
“No son cifras, son vidas. El acoso escolar mata”, repiten desde las asociaciones de víctimas.
Un sistema que tapa y calla
Cada caso expone un patrón preocupante de negligencia institucional: colegios que restan importancia a las denuncias, inspecciones que cierran investigaciones sin resultados y familias que deben recurrir a los medios para ser escuchadas.
“No es solo que el sistema no funcione; es que tapa y miente. Colegios e instituciones se convierten en juez y parte, a costa de la dignidad y, en el peor de los casos, de la memoria de las víctimas”, lamentan desde @trencats.
Una llamada urgente a la acción
El caso de Dani Quintana vuelve a recordar que el acoso escolar es una emergencia social.
Las familias exigen una reforma profunda de los protocolos escolares, con intervenciones inmediatas y supervisión independiente, así como apoyo psicológico real para las víctimas y sus familias.
Mientras tanto, la memoria de Dani y de tantos otros jóvenes seguirá siendo el motor de quienes luchan para que ninguna otra familia tenga que pasar por lo mismo.
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— Reporteros Independientes (@ReporterosInde) October 23, 2025
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