Dar a conocer la obra de Antonio

Publicado el 24 noviembre 2016 por Monpalentina @FFroi

Al pasar de los años el talante de don Antonio se afirmaba. Don Antonio fue don Antonio desde que se estrenó de director en La Gineta, hasta aquel 22 de julio en que murió, viviendo entre nosotros. Su entereza, su rigor, su consecuencia, le presentaba, a veces, como contradictorio. Como sería muy complicado, y nada oportuno, desarrollar ahora estas ideas, me voy a referir a dos anécdotas que nos llegaron en su día, precisamente desde la Gineta, y que, en mi opinión, perfilan muy bien la personalidad.
La primera refiere que unos miembros de la Banda que él dirigía en aquella localidad manchega, actuando en una solemnidad, no "entraron" en el momento oportuno con sus corcheas. El inesperado silencio lo llenó cumplidamente don Antonio con un "taco" de los que tanto se cotizan ahora en la Real Academia. De momento, la jota siguió sonando, pero don Antonio no podía zanjar así tan grave asunto. Sobre los compases de la jota decidió lo que iba a hacer, y lo hizo. Terminado el concierto, citó a los músicos en el ayuntamiento, los formó en semicírculo con atril plantado y partitura puesta; buscó las corcheas y encontrólas en su sitio. Pidió la llave del calabozo municipal y a batutazo limpio -que no hace daño más que donde tiene que hacerlo- estaba entrando en él a los muchachos cuando llegaron el señor Alcalde y el señor Curan a tiempo de interceder por ellos y lograr de don Antonio el indulto.
La segunda anécdota marca la misma dirección, pero puede decirse que es de signo contrario. Es ésta: Acompañana la Banda de la Gineta a la Virgen de los Remedios en un traslado procesional en pleno verano manchego. No había en el camino ni fuente ni cortijo, pero sí algún botijo en los carros del cortejo. Un  niño músico debió de pedir un trago, y se le negó en mala hora; repitió el feo gesto hasta que advertido don Antonio se hizo cargo del asunto haciendo suya la sed de los muchachos, y con la boca seca de la rabia, diría lo suficiente para que se detuviera la procesión. Puso de vuelta y media a los mezquinos sin omitir corchea alguna, y con otra media vuelta puso a su Banda de regreso hacia el agua fresca de la fuente del pueblo.
Del acierto de su manera de entender la paternidad responsable habla por sí solo este acto: aquí están, sin traumas, los hijos de don Antonio.
Todos a una se han propuesto dar a conocer la obra de su padre, sin quitarle una sola corchea, vaciando en los ejecutores de éste y otros homenajes cuantos recuerdos han servido para perfilar su imagen, incluidas anécdotas que no harían precisamente las delicias de los modernos educadores del trauma a flor de boca. Y es que, cuando don Antonio cortaba el pelo al cero es que así convenía a la cabeza del caso, aunque cupiera matizar si el uno o el dos no hubieran sido suficientes.
Pero como era él quien más sufría, se imponía a sí mismo el castigo a tope, al máximo, que era el mínimo, el cero. Ese permanente y emocionado recuerdo a vuestro padre me reafirma en la validez de la educación desde el amor, la firmeza y el rigor, bien ponderados.
El maestro Guzmán Ricis, pronto integrado, sincera, afectiva y generosamente en Palencia, se apoyó en la Banda para sus ya citadas creaciones más queridas: la Academia y la Coral. La Coral palentina surge cuando la zamorana, en memorable visita a Palencia (1928), conmueve a los palentinos y los despierta a la música por la garganta y el amor al pueblo. Don Antonio captó aquel despertar y compuso para él su "Levántate morenita". Se ponía así en marcha los afanes que produjeron el fenómeno social de la Coral, la manifestación artística, cordial y humana que más profundamente haya sacudido el alma popular de nuestra tierra.
Para saber más: 
La obra coral palentina de Antonio Guzmán Ricis
por Guzmán Rubio, Luis; Porro, Carlos A. (ed.)
Editorial: Diputación Provincial de Palencia
Año de la edición: 2011

Felipe Calvo, humanista palentino. 

Obra Social y Cultural de la CAMPP
Ensayos y escritos en "Curiosón".