Quizá el hipotético lector de esta bitácora no se haya percatado del mecanismo que rige las Cybercrónicas. Cada una de las disertaciones publicadas persiguen una construcción del saber y la comprensión de temas relacionados con inquietudes y disciplinas que han ocupado mi tiempo de formación (no sólo la de orden académico, ante todo me guía la curiosidad personal) durante más de una década. Al escribir el texto, improviso a base de conjugar ideas e hilvanar conceptos, rescato datos de la memoria procedentes de la bibliografía consultada para luego utilizarlos con la mayor coherencia de la que soy capaz. Dicha improvisación implica que soy yo mismo quien aprende conforme voy organizando las palabras de forma que me permitan engarzar las ideas vertidas aquí, so pena de perjudicar la claridad expositiva, respecto a lo cual debo pedir disculpas anticipadas si mi discurso a menudo encalla por incoherencia o abuso de expresiones crípticas. No obstante, me gustaría que esta pantalla fuera un rompecabezas donde cualquier lector pueda elaborar su propio entendimiento de lo que en gran medida es intransferible. Lo único que existe, en un primer peldaño, es el vacío y el sin sentido más absolutos. La Felicidad la construimos, el rostro de Dios aparece, si queremos verlo. Y, algunos ya lo sabéis, el Camino de la Felicidad y el Camino del Conocimiento convergen en el Infinito. Pero esto sólo es una frase hecha de la cual yo he vislumbrado un esquema, nada más. Antes de proseguir, pues, recapitulemos algunas enseñanzas, cogiendo carrerilla: Adorno y Horkheimer nos pusieron sobre la pista de la censura del imaginario consecuente del programa ilustrado, un supuesto agente de bolsa advertía al mundo sobre el poder de las transnacionales y señalaba a Goldman Sachs semanas antes de que la presión sobre la deuda por parte de "los mercados" obligase a la capitulación de los presidentes electos de Grecia e Italia para imponer un gobierno de tecnócratas muy vinculados con la mencionada corporación y demás clubes elitistas, perdí el rubor y puse sobre la mesa la posibilidad-cuestión de la existencia de un "tercer círculo" (el cual sería el verdadero núcleo del poder mundial) cuyo poder está más allá del poder de los partidos políticos (primer círculo) y del poder de la compleja e inmensa red de las grandes corporaciones (segundo círculo), seguí perdiendo vergüenza y lancé la sugerencia de que la vida mansa y contemplativa no es incompatible con el alcohol y las trifulcas si bien la moderación y la austeridad en la bebida es el primer mandamiento, dijimos que Dios es un componente del imaginario y que la imaginación no es una "fantasía", vagamente pude intuir que el imaginario es un conjunto de patrones que definen nuestra forma de estar en el mundo y de crear vínculos con personas, ideas y cosas. Y, vagamente también, les insinué que la censura del imaginario indicada por Adorno y Horkheimer hizo que el panteón de Dioses y los patrones de conducta antaño administrados bajo la influencia de magos, sacerdotes y pensadores o autoridades de la Iglesia católica y romana hoy en día aparece transformado en películas, cómics, carteles, fotografías y anuncios de televisión, prensa, etc, que son los que nos nutren de imágenes que afectan a nuestra conciencia y, por tanto, a nuestro modo de ser. Aprendimos que la Teoría de la Conspiración sólo tiene visos de ser realidad si la contemplamos como despliegue de esa ingeniería social basada en el referido y atemporal uso de las imágenes, y que cuando el vulgo habla de conspiraciones lo hace porque ignora (o les conviene ignorar) que en realidad sólo existe el poder de las clases privilegiadas y que cuando oyen hablar de lo que se cuece en las altas esferas denuncian "¡conspiración!" cuando en realidad es el devenir lógico de la Historia, aprendimos que el pueblo tiene a su disposición una eterna fuente de poder - independiente del poder económico y político y mucho más sólida de cara a la consecución de la Felicidad - que en la literatura evangélica aparece formulada con la expresión "Reino de los Cielos", que Dios, por tanto, siendo el absoluto del imaginario, es un poder en manos de quien o quienes sepan manipularlo en beneficio propio o ajeno, en beneficio de un colectivo, o en perjuicio del prójimo o de un colectivo (véase la historia del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento). Y vagamente pudimos intuir, en los últimos pasos hasta hoy, que Dios cubre todas las necesidades y que el exceso de estímulos entorpece la emergencia de ese estado del Ser en el cual eres y amas con absoluta claridad.
Queda un largo camino por recorrer. Esta bitácora quiere encantamientos, cosas grandes y extrañas, artefactos de hibridación entre verdadera sabiduría y alucinaciones de un escritor eternamente fragmentado. Queremos hacerlo. Queremos construir la Catedral de nuestras vidas. Pero la mente y el cuerpo también son sensibles a las cosas reales y pequeñas. Para eso he abierto otro espacio, el Dietario de un inocente, suerte de bloc de notas para apuntar cualquier acontecimiento del orden que sea, escribir cartas de amor, ponerse cómico o hacer el gilipollas. No merece la pena, pero échenle un vistazo por si acaso. Suerte, y que el próximo año sea el año que estaban esperando.