Dar un paso hacia atrás (reflexión).

Por Miguelangelgc @miguelangelgc

Todos nos equivocamos, eso es sin duda una de las verdades más incómodas que podemosdebemos de aceptar, aunque nos duela. En ocasiones nos percatamos del error en cuanto lo cometimos, otras veces, sin embargo, tiene que pasar cierto tiempo para descubrir que lo que hicimos no era lo adecuado.

Reconocerlo es algo doloroso para el ego y es que aunque sabemos que todos somos vulnerables a no hacer lo correcto o a tomar decisiones equivocadas, decir y decirnos - sobretodo- " me equivoqué" cala hondo y, lo peor viene, cuando una vez reconocido, debemos aprender a vivir con ello, sabiendo teniendo que aceptar sus consecuencias, sean éstas remediables o no.

En ocasiones el error consiste en tomar una decisión que ya vista en perspectiva, y con un tiempo a cuestas, no era la más adecuada, para nosotros o para quiénes nos rodean. Y, aceptado, viene la parte importante: ¿ qué hacer?

Tenemos la opción de seguir por dónde mismo o de cambiar de rumbo, decir que siempre no y dar un paso hacia atrás. Evidentemente el hacerse a un lado lleva implícito ése reconocimiento público -y nada agradable para muchos- de la regué, me equivoqué, no hice lo que debería de haber hecho; y aunque dicen o nos dicen que es de sabios cambiar de opinión, tanto el dicho como el adjetivo no nos consuela, sino todo lo contrario.

Pero no nos queda de otra.

La vida es un constante juego de acierto y error, uno que no se termina nunca y aunque los años o las experiencias vividas nos dan armas y herramientas para no seguirlos cometiendo, es evidente que tarde o temprano haremos cosas o tomaremos decisiones no del todo afortunadas. Tenemos que saber vivir con ello, no creyéndonos inmunes a ellos y aprendiendo de cada uno de éstos.

Con cada error, por tanto, debemos de tomar lo mejor de ellos, es decir: las lecciones que podemos y debemos aprender. Cada vez que algo no sale como debería nos revela una forma en la que no se hace o por la que no se llega lo que queremos alcanzar.

Y aunque el errar no debe convertirse en una costumbre o en algo que tiene que pasar, si es, siempre debe de ser, una oportunidad para mejorar, una lección de humildad reconociendo, pese y a pesar del ego, que no debemos de despegar tanto los pies del suelo, que somos simples mortales, con defectos y virtudes susceptibles a no tomar siempre las mejores decisiones.


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