Un pequeño alegato sobre un personaje al que todos los aficionados al cómic adoramos. Algunos de forma abierta y ardiente. Otros en secreto, con velados susurros en callejones lóbregos. Suelo decir que Daredevil nunca ha sido mi personaje de cómic favorito. Mi corazoncito siempre ha tenido tendencia hacia iconos mucho más clásicos como Batman o Spiderman, o incluso a estereotipos mucho más chillones, casuales e incomprendidos como Flash o Wonder Man. Incluso el Hulk inteligente de Peter David tendrá siempre un lugar preferente en las filias de este consumado fan antes que el Hombre Sin Miedo. Sin embargo, si alguien me preguntara cual es mi cómic favorito de todos los tiempos, tendría que tener en consideración varias de las aventuras de este demonio ciego antes de decidirme. Además, lo más posible es que al final una de ellas se alzara con el título, explicando de esta forma como un héroe minusválido que aún no encontrándose entre mis favoritos, siempre logra introducirse con insistencia en mis listas de la compra. He intentado resumir la historia de este personaje en cuatro etapas que lo definan de la mejor manera posible, quizás porque en mi opinión son estas cuatro etapas las de mayor calidad considerando sus más de 500 números de historia y por tanto, las que mejor representan el porqué de mi amor incondicional hacia un personaje al que en teoría no amo para nada. Primera etapa: Frank Miller como verdadero creador del personaje. Frank Miller llegó como un joven ilusionado sacado de “Un Americano en París“ a Daredevil en el número 158 de la colección, en principio sólo para encargarse del dibujo. Aunque la cabecera a través de estos 150 números de historia había tenido insignes guionistas como Stan Lee (que se encargó de los 50 primeros números de la serie), Gerry Conway o Steve Gerber, así como dibujantes de talento como Wally Wood, John Romita Sr., Gene Colan e incluso un novato Barry Windsor Smith, la colección languidecía en calidad y ventas, apagándose como tantas otras colecciones marvelitas a la sombra de Vengatas y Spidermanes varios. Jim Shooter, un señor al que los aficionados le debemos muchas más cosas de las que creemos, tomó por aquel entonces una decisión arriesgada, pero que acabaría convirtiéndose en una ejemplificación perfecta del sueño americano y dejaría una impronta imborrable en la historia de las artes creativas en general y del cómic en particular. El señor Shooter, viendo que la colección del superhéroe ciego estaba condenada al cierre, decidió darle las riendas de la misma al joven pipiolo, dándole tan solo una simple y definitiva consigna: “Vamos a cerrar, así que haz lo que te dé la gana”. Y así, y aunque muchos sospechaban que el anterior guionista Roger Mckenzie no era sino un pelele en manos del genio de Maryland, en el número 168 de Daredevil Frank Miller se hizo cargo del guión y del dibujo de la serie, asumiendo un control creativo total de la misma. Y señoras y señores, el resto es historia. Miller empezó con fuerza, como un titán, dejando claro que era lo que quería y lo que había venido a hacer. En su primer número crea a Elektra, personaje femenino que inaugurará una tradición de villanas/amantes que marcarán a Matt Murdock para siempre. Además en un proceso de redefinición general, convierte al antes bovino KingPin en un villano total y a Bullseye, un personaje bastante anodino y del montón creado por Marv Wolfman en la némesis personal que todo héroe necesita. Lo que Miller hizo con Daredevil es mítico, asombroso. No sólo por revivir de una forma indeleble un personaje que se encontraba en la últimas, sino por darle nueva vida, por moldearlo desde el inicio y en el proceso crear (o recrear) una serie de actores inolvidables llenos de vida, desde Foggy Nelson a Stick. Y no sólo eso. No contento con inventarse uno de los personajes femeninos con más personalidad de la Marvel y en un acto de rebeldía creativa inusitado, Miller mata a Elektra, su creación, en el número 181, convirtiéndola inmediatamente en carne de leyenda e iniciando con este acto un proceso de deconstrucción de Daredevil que culminaría a medias en el último número de su primera etapa al frente de la colección: el 191. El mítico “Ruleta”. Miller volvió a retomar lo que había dejado sin terminar en el número 227 para iniciar la que, para mí, es uno de los mejores cómics de todos los tiempos: Daredevil Born Again. A pesar de que durante su ausencia de más de treinta números Denny O’Neil había conseguido escribir algunos guiones más que interesantes, sobre todo los dibujados por David Mazzucchelli, Miller hace tabula rasa y empalma su nueva etapa donde la dejó en el número 191, continuando así con ese proceso de deconstrucción, muerte y renacimiento del mito. A través de 5 números y ayudado por un David Mazzucchelli en plenitud de facultades, Miller sume a Matt Murdock en el infierno más absoluto, despojándole de todo, solo para hacerlo resurgir más puro y poderoso, más etéreo, más libre, mas mesiánico. Los siguientes números, el 232 y 233, sirven para reincorporar al héroe al mundo fantástico, devolviéndole su uniforme (hasta ese momento símbolo del mal y la locura) y volviéndole a relacionar con el resto del Universo Marvel. Un “ahí os dejo eso” en toda regla que sirve a la vez de inicio para una nueva era y cierre de una etapa antológica y genial. Segunda etapa: Ann Nocenti y John Romita Jr. El olvidado tándem perfecto. Es curioso que tan sólo tres números después de que Miller dejara a su personaje en un plano que parecía inalcanzable, una señora comenzara su andadura como guionista en la serie en lo que a la postre será para mí, sin ninguna duda, la segunda mejor etapa de Daredevil. Ann Nocenti comenzó a escribir al Demonio Rojo en el número 236, haciéndolo ininterrumpidamente hasta el 291. Sólo tres números de esta etapa no están escritos por ella, el 237, 246 y 258 gracias a esa añeja tradición de la Marvel en la que se guardaban números escritos y dibujados por otros autores para suplir los posibles retrasos en las entregas y mantener la periodicidad mensual: los famosos fill-in. A pesar de que la labor de Nocenti empieza en el citado número 236 y aunque durante varios números cuenta con la colaboración de dibujantes de talento como Keith Giffen, Todd Mcfarlane o Rick Leonardi, es la llegada de John Romita Jr.en el 250 de la colección la que marca el inicio de esa etapa que merece pasar a la historia. Unidos en comunión perfecta, Nocenti y Romita comienzan a deconstruir de nuevo al personaje siguiendo muchas de las pautas que Miller había trazado con anterioridad en su obra. Descenso del héroe a los infiernos para después hacerlo resurgir y la creación de un personaje emblemático femenino que actuará como amante/asesina/enemiga tal y como ya hizo Elektra: María Tifoidea. Durante esta etapa además, se establece un interesantísimo triángulo sentimental cuyo desenlace conduce a nuestro personaje hacia una búsqueda interior por los campos y pueblos de la América profunda, sumando a la ya extensa mitología de Matt Murdock el concepto tan americano y universal de la Road Movie. Todo esto ilustrado con maestría absoluta por un Romita Jr. en la mejor etapa de su carrera, complementándose a la perfección con los guiones de Nocenti y sirviéndonos en bandeja cómics de calidad sublime. El nuevo Mefisto, su hijo Corazón Negro, Ultrón, la propia María Tifoidea, Bala, Mole, todos los personajes que pasan por el lápiz de Romita y las tintas del magistral Al Williamson se ven renovados y vigorizados, cobran vida, impresionan. Otro de los grandes aciertos de Nocenti es integrar de manera natural todos aquellos crossovers en los que se vio obligada a participar, tanto en La Caída de los Mutantes, como en Inferno como en Actos de Venganza. En lugar de que esta lacra que ahora asola los distintos universos de superhéroes interrumpiera su trabajo, Nocenti incorpora los crossovers con eficacia, haciendo avanzar la historia que ya tenía en la cabeza a su favor, convirtiendo la macro-historia general en un mcguffin que anima al lector a seguir. Perfecto ejemplo de esto son los números dedicados a Actos de Venganza, en los que podemos ver a uno de los Ultrones más originales, delirantes y aterradores que hemos visto hasta ahora.
Romita Jr. dejaría la colección en el número 282 haciendo que Matt bajara (literalmente) al Infierno. Nocenti también dejaría la serie tan solo 9 números después aunque reconozco que mi interés por la misma se diluyó con la marcha del dibujante, como el que abandona la afición por un equipo deportivo al disolverse el dream team que lo compone. Quedan para el recuerdo pues estos 32 números de Daredevil (recuerden que el 258 fue un lamentable fill-in perpetrado por Fabian Nicieza y el insigne Ron Lim). 32 números que merecen una reimpresión de lujo en España, más allá del loable pero incompleto esfuerzo realizado por la editorial Panini en elnúmero 20 de su Coleccionable Marvel Héroes, en el que se recopilan los números 265-273 de esta mítica etapa. Tercera etapa: Bendis y Maalev y el epítome de la nueva Marvel. Tras la marcha de Nocenti podemos asegurar sin temor a equivocarnos que todo fue a peor. La etapa de D.G. Chichester, criminal literario donde los haya, se unió a la moda creciente de revigorizar a un personaje por el estúpido método de cambiarle de traje y nuestro amado “Cuernecitos” entro en una espiral decadente de la que ya no se recuperaría hasta el final de la serie original en el número 380. El relanzamiento de la misma bajo el sello Marvel Knights supondría un soplo de aire fresco y un importante incremento de ventas, gracias a un inteligente efecto comercial que puso al director, guionista y fanático del cómic Kevin Smith y al dibujante Joe Quesada al frente de la misma. De igual manera, y como efecto secundario, acercaría a la colección al guionista encargado de darle a Daredevil su tercera etapa de esplendor. El inefable e intermitente Brian Michael Bendis. Tras Kevin Smith y antes de que Bob Gale, guionista de Regreso al Futuro, sirviera como nuevo gancho publicitario, David Mack se hizo cargo de los guiones de la serie durante un arco argumental. Además de crear a Echo, otro personaje femenino siguiendo la ya clásica tradición de la serie, convenció a su amigo y por aquel entonces estrella independiente Brian Michael Bendis (BMB en adelante) para que guionizara los 4 números siguientes de Daredevil, que fueron dibujados por el propio Mack. Una vez más, Dios escribe con renglones torcidos y fue este hecho en teoría casual el que desencadeno otra de las brillantes etapas de uno de los superhéroes mejor tratados por los guionistas de la historia. En el número 26 de la nueva Marvel Knights: Daredevil, BMB comienza junto con el artista Alex Maalev una andadura que les llevaría ininterrumpidamente (salvo casos puntuales en el dibujo y un arco comprendido entre el 51 y el 55 realizado por entero por David Mack) hasta el número 81. Otra vez asistimos a la creación de un tándem simbiótico, una pareja que se entiende a la perfección y dan lo mejor de si en cada momento, que realiza una portentosa labor enfrentando una vez más a nuestro amado héroe ciego a una serie penalidades e infortunios en apariencia insuperables. La historia de nuestra vida. Una nueva vuelta de tuerca al proceso de deconstrucción/renacimiento tan presente en la existencia de este personaje en el que pasamos por la perdida pública de su identidad secreta, un matrimonio fallido, la aceptación de sus problemas psicológicos, la coronación del héroe como Rey de la Cocina del Infierno (asumiendo por fin con todas sus consecuencias un rol que ya Miller había sugerido al final de su etapa) y por fin, de nuevo, la traición que lo acabará despojando de todo. Una montaña rusa en la que al final el héroe acaba siendo desenmascarado y encarcelado, en una nueva forma de sacrificio por el bien común. A lo largo de estos 55 números, y enlazando sin pausa los distintos arcos argumentales, BMB hace algunas aportaciones fundamentales al cemento que conforma a nuestro héroe, a su relación con el mundo que le rodea y a su destino una vez asumida su posición en el mismo. A pesar de ser una etapa brillante, los típicos defectos de los que Bendis adolece en todas sus creaciones lastran esta obra que aunque magnífica, se coloca lejos de la de Nocenti/Romita Jr. y, por supuesto, a años luz de la Miller. Y es que BMB debe empezar a ser consciente de que sus historias pueden contar mucho más con mucho menos, que no es necesario narrar en 6 números hechos que a lo sumo darían para 2 y que si la grapa le parece un formato limitado, debería dejar de escribirla para dedicarse exclusivamente a la edición directa en tomo de sus obras. Tras esta etapa, otro guionista de altura se haría cargo de la colección para finalizar de alguna forma los flecos dejados por Bendis: Ed Brubaker. Muchos consideran los números de Brubaker superiores incluso a los de BMB, pero he de reconocer que aunque me parece un gran guionista, no acabo de cogerle el gusto a sus guiones y para mí no dejan de ser historias escritas de forma correcta, sin defectos, impecables, pero al final carentes de sorpresas y emoción. Y ahora ya podéis crucificarme todos. Cuarta etapa: Mark Waid. Vuelta a los orígenes que son pero nunca fueron. Tengo que decir de igual manera, que comparados con los números de Andy Diggle que vinieron a continuación, los de Brubaker son el mejor cómic escrito de todos los tiempos. A pesar de que era un guionista que se había labrado cierta fama gracias a su colección The Losers, los números de Diggle son un despropósito completo, una sucesión de estupideces que culminan en un engendro con aires de crossover llamado Shadowland en el que KingPin acaba siendo (alucinen) el líder de La Mano. Afortunadamente, a veces las cabezas pensantes aciertan con sus decisiones y alguien tuvo la genial idea de hacer volver al héroe a sus orígenes superheroicos, dejarse de tanta desgracia y sufrimiento y darle las riendas de la colección a autores de talento. Relanzando la serie de nuevo desde el número 1, Mark Waid toma las riendas de Dan Defensor para devolverle un tono más simpático, más ligero, menos profundo y trascendental. Más en esa línea distendida por la que navegaba la Marvel inicial. Esa línea en la que cualquier cosa era posible y tíos plateados surfeaban por el espacio. Esa misma línea había sido trazada sin demasiado éxito por Karl Kessel yJoe Kelly en sendas etapas sin demasiada fortuna que llevaron directamente al cierre de la colección y a su resurgimiento en la ya mencionada Marvel Knights: Daredevil. Los guiones de Waid respiran frescura, entretenimiento, diversión y grandeza. Los números de Waid son Excelsior. No pasarán a la historia por ser los más serios, profundos o psicológicamente fundados, pero sí lo harán por su espíritu alegre y jovial. Al menos al principio. Aunque sobre todo y ante todo, los números de la actual colección de Daredevil pasarán a la historia por la absolutamente asombrosa labor creativa que un grupo de dibujantes geniales está realizando en la serie. Empezando por el delicioso Paolo Rivera, el orgullo patrio y genio consumado Marcos Martín y en la actualidad, el asombrosamente brillante Chris Samnee. Páginas llenas de hallazgos visuales, de narración dinámica, de momentos estelares. Páginas que merecen ser enmarcadas y adoradoras por cualquier artista gráfico. Páginas sólidas y memorables que ilustran a la perfección la historia que Waid quiere contarnos, una historia que poco a poco se va oscureciendo sin perder esa sensación de maravilla planteada en sus inicios. Páginas para el recuerdo que nadie debería perderse. Poco más me queda por decir acerca de Daredevil. Más de 2.600 palabras para un personaje hacia el que, en teoría, no siento demasiado afecto. Quizá sea ya el momento de aceptar que estoy sufriendo un proceso psíquico de negación post traumática y que, en realidad, Daredevil es uno de mis personajes favoritos de ayer, hoy y siempre. Larga vida a Matt Murdock. (*En diciembre la editorial Panini publica el segundo tomo de esta nueva etapa en su colección 100% Marvel. Si no os hacéis con estos dos tomos con urgencia, arderéis en un infierno guionizado por Jeph Loeb y dibujado por Rob Liefeld). Fuente: La Isla de las Cabezas Cortadas. Sigue a Javier Marquina en Twitter: @IronMonIsBack