Creo haberlo manifestado en alguna que otra ocasión y, aunque probablemente sea una obviedad o más bien una perogrullada, es evidente que el personaje central de Star Wars es Darth Vader. Al principio parecía un villano al uso, un secundario bien definido y con personalidad que pondría en jaque a los buenos de la película. Años más tarde, cuando Lucas rodó las precuelas, la historia daba un giro considerable, enfocando la atención en el personaje central que no era otro que Anakin Skywalker, el que a la postre sería el mítico Darth Vader. Hace unos días leía una entrada sobre asesinos enmascarados en el blog Al cine con Sara, en el que hablaba de Jason, Michael Myers y Leatherface entre otros y no pude evitar que se me viniera a la cabeza Darth Vader que, además de ser enmascarado, también cumplió como autor de diversas fechorías que le llevaron al crimen, en algunos casos abyecto. Nuestro peculiar amigo, con dificultades respiratorias, comenzó siendo un niño algo cargante y encantador, dispuesto a ofrecer ayuda a quien lo necesitase. Yoda, que sabe más por perro que por viejo, aunque tiene más años que Matusalén, ya advirtió, pese a la profecía que lo daba como portador del equilibrio en la fuerza, que había mucho miedo en él, y ya saben a que conduce el miedo, a la ira y al odio, o sea al lado oscuro de la fuerza. Y tenía más razón que un santo, porque Anakin fue desarrollando su mal carácter con el paso del tiempo, convirtiéndose en un joven ciertamente vehemente al principio y con una clara tendencia al enojo descontrolado. Su bautismo de sangre en plan psycho-killer transcurrió en "El ataque de los clones", en donde, como venganza por la muerte de su madre en manos de los conocidos moradores de las arenas, los tusken, dio buena cuenta de un poblado entero, pasando a cuchillo, bueno mejor dicho a sable láser, a niños, mujeres y todo bicho viviente. Un hecho que me recuerda poderosamente a una historia real, protagonizada por un desquiciado General Custer en la conocida batalla de Río Wichita, donde masacró un poblado indio arapahoe, matando hombres, mujeres, niños y caballos. Todo un referente a las películas del oeste ya de sobra conocido. En "La venganza de los Sith" confirmó su mal carácter cortándole la cabeza a un vencido y arrodillado Conde Dooku, arengado por el Canciller Palpatine. Ya estaba a un paso de pasarse al lado oscuro, que sería confirmado por su participación en la eliminación de todo jedi que se cruzase en su camino, incluidos los jóvenes aprendices, unos angelicales niños de los que no se apiadará. Si hay que ser malo, se es con todas las consecuencias. Ya por esos momentos se le va cambiado la mirada, se le adivina cómo la mala uva le recorre las venas. Después se dirige al planeta Mustafar, donde eliminará a un pardillo como el Virrey Gunray y al resto de separatista que inició la conspiración de "La amenaza fantasma". En tan fogoso planeta tendrá lugar su primer duelo con su maestro, un sorprendido y superado por los acontecimientos Obi-Wan, que lo dará por muerto, aunque en realidad asistiremos al surgimiento del Darth Vader enmascarado que nos impactó allá por los años 70. En la primera entrega de "La guerra de las galaxias", el tiempo ha pasado, pero Anakin no ha menguado en cuanto a su mal carácter. En una escena de la película, el Almirante Motti se vanagloria del poder de la Estrella de la Muerte, haciendo mofa de los cuentos de brujas sobre la fuerza de Lord Vader. El arrogante personaje, al que ayuda el actor que lo encarna y el doblaje, no sabe con quién se juega los cuartos y no tardará en sufrir un ahogamiento inducido por los poderes un tanto peculiares de nuestro personaje. Menos mal que andaba por ahí Van Helsing, mejor dicho Peter Cushing, que detiene la mano ejecutora. No obstante, en el futuro, Vader mostrará un vicio insano por ejecutar a sus comandantes. Antes se vengaría de su viejo maestro, mandando al otro barrio a Obi-Wan, aunque fuera más bien una auto inmolación. Después llegaría "El imperio contraataca", dando rienda a su peculiar sentido de la disciplina. El almirante Ozzel comente un error de estrategia en la previa a la batalla del planeta helado de Hoth, matándole a distancia y a través de un monitor, donde un compañero de armas mira de reojo el que podría ser su futuro en caso de cometer el menor desliz. Algo que si haría el capitán Needa, al perder en plena persecución al mítico Halcón Milenario. Los aficionados siempre recordaremos la escena en el que tan desdichado oficial dice con voz firme, y a la ver temerosa, que acudirá a Lord Vader a presentarle sus disculpas. A continuación la película nos ofrece su figura que cae al suelo agonizante y una voz rotunda (en España el gran Constantino Romero) que dice: "Disculpa aceptada, Capitán Needa". Sería en "El retorno del Jedi", donde nos encontraríamos ya a un Darth Vader algo más aplacado en sus ánimos y tendencias psicópatas. Comienza a resquebrajarse su fe en el lado oscuro y su inquebrantable adhesión al Emperador. Dicen que la vejez relaja mucho, que uno se hace menos entusiasta, que los impulsos primarios dejan paso a la reflexión y a la experiencia adquirida. Nuestro personaje analizado no es ajeno a eso, motivado quizás por la presencia de su hijo, Luke Skywalker, quien se encargará de minarle poco a poco la moral, hasta el punto de llevarle a la encrucijada final, ese duelo crepuscular casi eterno en el que será vencido al fin. Su última ejecución será la del mismo Emperador, en un acto surgido de la duda, de la ambigüedad y, en definitiva, un regreso al niño que fue, aquel que un día ganó aquella legendaria carrera de vainas en Tatooine, allá por el Episodio I. Claro que también podría ser un acto de despecho, ya que el dictatorial Palpatine quería jubilarlo y sustituirlo por su vástago. Sea como fuere, lo cierto es que después, como confirmación absoluta de su vuelta al redil, se despojará de su máscara, a sabiendas que morirá, pero dejando un recuerdo imborrable, la figura oscura y legendaria del lado oscuro de la fuerza.