"Es usted un irreverente haciendo lo que hace" Lo ucrónico consiste en considerar acontecimientos fabulados como ciertos y fijarlos en una determinada línea del tiempo. Abraham Lincoln caza vampiros, Hitler vive en un pueblo de la Bolivia profunda, Darth Vader, un personaje enteramente falso, es un elegante caballero del club Picwick, un atrezzo narrativo completamente inventado. De esa ficción alternativa a la ficción predecible surge un género fascinante, una franquicia de género, uno de esos inventos de la mente ociosa que hace caja en tiempos de crisis o que espolean la pereza creativa de una generación. La nuestra es una absolutamente prendada por el glorioso legado de sus ancestros y carece de pudor para copiar y pegar ideas, reciclar iconos y presumir de que lo importante no es la novedad, ese romántica idea que consiste en ser original y estar orgulloso por ello, sino la sutura, ese otro ejercicio que consiste en hurgar en las cosas y ver cómo casan juntas. A eso se le llama mash up, en limpio inglés. Batiburrillo, en cristalino castellano. La perplejidad que produce penetrar en un mundo victoriano lleno de zombis ( Orgullo y prejuicio y zombis, Seth Grahame-Smith, Umbriel, 2.010) es el reclamo con el que los editores lanzan sus nuevas criaturas. Parodia consagrada solo a lo risible o género honrado, esta moda hará algo seguro: hacer caja.
Las guerras clon victorianas Miel sobre hojuelas virales: estos son los tiempos de lo informe,de lo impreciso,de aquéllo que precisa de varias texturas para que una de entre ésas triunfe. Éstos son los maravillosos tiempos en los que Darth Vader puede ser trending topic solo porque un creativo (no podemos decir un autor en un sentido estricto) lo ha vestido de impecable caballero victoriano, un poco steampunk, o lo ha puesto a luchar contra un alien en la casa de Freddy Krueger. No queda lejos para el lector o el espectador avisado de que al cyborg Darth Vader, al fin y al cabo, le sientan de maravilla esos ropajes decimonónicos: su propia historia lo es, la ocultación de la paternidad, la lucha entre el bien y el mal, la venganza y todo el aroma a culebrón (aunque sea galáctico) que rezuma la saga entera. Todo lo demás, los dibujos creados por Greg Peltz, son la excitante golosina óptica para los fans de la serie. Seguro que entra en los cálculos de alguna productora hacer una versión pedestre, sin naves ni espacios insondables, de la historia de George Lucas. Ya saben, un Darth Vader entre gótico y victoriano, fatigando Whitechapel, sable láser bajo la levita, maestro del lado oscuro, perseguidor de jedis. No me imagino cómo tomaría el té sin extraer la pesada máscara y rebelar su naturaleza atrofiada y dolida. Después del blockbuster veraniego de los vampiros sudistas, propongo una versión menos heroica de Stars Wars en la que Moriarty sea un esbirro de Darth Palpatine o en donde Sherlock Holmes, convenientemente ungido por La Fuerza, dé caza a Jack el Destripador bajo la niebla y el caos. En cualquier caso, este escribiente de sus vicios se frota las manos por estas osadías.
Darth Vader UItrashow / El icono viral He aquí algo de lo mucho y muy bueno que circula en la red sobre este caballero oscuro. La extrema plasticidad del icono permite que se reconstruya, deconstruya, pervierta y, en último caso, anule, según qué dibujos. Los hay frívolos, cinéfilos, blasfemos e incluso alguno (el de Van Gogh) de una hermosura arrebatadora. Me gustan los que lo sacralizan. Hay en esas imágenes (la papal, la del Vader que bendice) un punto limpio de sacrilegio, de disfrutable (en mi caso, al menos) impureza. Che Vader es imprimible. Estoy por plantármelo en una camiseta y lucir Guevara Cósmico el próximo verano.
Y lo mejor para el final. El lado tierno del lado oscuro. Mismamente.