Permíteme que insista, como Matías Prats. Es que una oportunidad como esta no se puede enterrar con urgencia, así, sin hacerle todas las autopsias jocosas que sean menester. Me refiero al wolkswagenleaks. Estoy que no me cabe una paja en el culo, como se suele decir y que hace referencia al orgullo.
Hace medio año el Deutsche Bank pasaba al Guinness – o eso debiera – al recibir la mayor sanción impuesta a un banco. Motivo: manipulación de los tipos de interés. 2.500 millones de dólares del ala, una sanción nunca vista. A mayores, la entidad alemana quedó obligada a despedir a aquellos empleados que hubiesen estado implicados en tal conducta y a contar con un supervisor independiente que vigile (a partir de entonces) sus actividades en este campo. Ahora la estafa de wolkswagen puede salirle entre 23.000 y 78.000 millones de euros (según los expertos), con independencia del coste en credibilidad que recortará sus ventas (y beneficios). Pobre Claudia “Chífer”, ahora de alias “chafada”, aquello de “imposible…es alemán” deja paso a naturaca de la vaca, ¡qué coño esperabas! Lo siento por los alemanes llanos que han sido tan timados ideológicamente como cualquier terrícola, pero también tienen sus ladrones de cuello blanco. Tan amantes del control estricto, jatetú, se les ha olvidado ejercitarlo en casa.
Los alemanes ven a España como un país tradicional, pobre y poco fiable. Cinco de cada diez germanos desconfía de nuestro país. También somos vagos, dados al conflicto social, a la siesta…unas joyas. En general extienden esa opinión a la Europa del Sur. A cada cerdo le llega su San Martín – dicho popular (cada cual recibirá lo “suyo”) ligado a la matanza del cerdo y que, mayormente, se lleva a cabo el 11 de noviembre.
Así pues, que levante la mano el español, griego o portugués que no esté encantado con esta desgracia, que por fin cayó en otro bando. Si me apuras también la levantan con gusto italianos, franceses e irlandeses. Nosotros pensando en azul y ellos empeñados en meternos el marrón. Un poco de humildad les tiene que sentar bien. Otro refrancito: “Consejos vendo y para mí no tengo”. Un reto para la agencia de publicidad que contraten (que nos la den a nosotros, que somos muy creativos), imaginación y fantasía no les puede faltar. Es el mío un orgullo “guay”; me lo han fabricado los alemanes.
Ya sé que debería tener remordimientos por la satisfacción que siento: lo único bueno de este atropello es que lo hayan cometidos los alemanes. Remordimientos porque los ajenos a todo el tejemaneje, los que ninguna culpa tienen, los trabajadores de la factoría alemana en España y los propietarios de un coche trucado lo van a pagar, seguro. Los accionistas me importan menos. Si es que aun encima tenemos de desarrollar el síndrome de Estocolmo.