El cine alemán sigue sorprendiendo con propuestas inteligentes, temas tabú o apenas abordados y una estética elaborada. El segundo film de la directora de origen franco-iraní, Emily Atef, es un buen ejemplo de una historia, que te atrapa desde la primera imagen y que no te deja tranquilo en la butaca ni un solo instante, arropada por un conjunto de actores excelentes y con un luz inspirada en las obras de los pintores Edward Hopper y Caspar David Friedrich.
Una joven corre asustada por un bosque. Parece que huye de algo o de alguien, las ramas le lastiman los brazos y el rostro en una desenfrenada carrera que parece no tener fin, se tropieza contra las raíces de un tronco y acaba por caerse al suelo. Comienza a respirar profundamente y parece que, por primera vez, comienza a escuchar los sonidos del bosque, cierra los ojos, se calma y acurrucada contra un árbol, sólido y protector, encuentra una paz olvidada hace tiempo. Estos son dos primeros minutos de la película.
La directora ha dividido el guión en tres partes. En la primera, Rebecca, interpretada por Susanne Wolff en un memorable primer rol, y Julian, una joven pareja, esperan con ansía y satisfacción la llegada de un bebé. Rebecca, resplandeciente, transmite alegría por cada poro de su piel. Llega el momento de dar a luz y se presenta lo impensable. Aunque el parto se ha desarrollado sin ninguna dificultad y el bebé nace con una salud perfecta, existe un problema. Un grave problema.
Frente a su reluciente bebé, Rebecca no siente el amor maternal que todos, y ella la primera, esperaban que tuviese. Pero su obligación de madre pesa más que sus sentimientos y se esfuerza en atender lo mejor posible a su hijo. Encerrada en su casa, pendiente de él 24 horas, no logra desprenderse de la horrible sensación de que el bebé es un extraño para ella y, mucho menos, compartir su angustia con su marido. Llega un momento que el rechazo es mayor que sus fuerzas y acaba hospitalizada en un clínica por depresión post parto.
En la última parte de esta sorprendente película, Rebecca comienza a recuperarse, poco a poco. Pero la genial idea de la realizadora es cambiar de ángulo en este momento y dirigir la mirada hacia Julian: la posición del padre ante algo inimaginable y su impotencia al no poder hacer nada para solucionarlo. ¿Lo conseguirán? Lo que sí es seguro es que Emily Atef con Das Fremde in mir (The Stranger in Me) ha realizado un film cautivador.