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Lo último que deberías saber sobre mí, en especial si eres una mujer, es, sin embargo, lo primero que te voy a desvelar: en esencia, soy un inútil. Sí. Lo que lees. Un inútil. Lo que oí yo durante mi infancia y buena parte de la adolescencia. Que soy un inútil. Eso me repetía con insistencia, a la menor ocasión que se le presentaba o que yo le daba, El Hombre de la Cicatriz en el Ojo, es decir, mi padre, el Ogro: No eres más inútil, hijo mío, porque Dios no lo quiso, me decía: Porque sé que naciste en casa, continuaba, que sino pensaría que te habían cambiado en el hospital o que te habían traído de la inclusa. Está de más que te diga que yo desconocía el significado de esa palabra: inclusa. Lo que sí entendía era que yo, además de ser un inútil, un verdadero inútil, no había día que no me lo llamara, ahora también era un incluso. 05/12/2014