David González: Así llegan los crímenes (18):

Publicado el 16 diciembre 2014 por David David González

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Vas a tener que disculparme por mis palabras de antes, las del último párrafo. No era una amenaza. Estoy bueno yo como para andar amenazando a naide y metiéndome en problemas. Bastantes tengo ya. Problemas. Y quebraderos de cabeza. Como para parar un tren. Se me fue la olla, eso es todo. No le des más vueltas. Podrías marearte. Esto es una noria. Se me ha ido de las manos y se escribe solo. Y a lo mejor tú hasta eres de los que no reciclan. Así que perdona, ¿vale? Nobody is perfect. Y yo menos que nadie. Pero también te digo que tendrás que poner a prueba tu paciencia conmigo, si quieres obtener resultados, resultados creativos se entiende. No te lo voy a poner nada fácil. A mí no se me camela con terroncitos de azúcar o susurrándome al oído.  Ni se me doblega con espuelas o lazos o hierros al rojo vivo. No soy un caballo. Ni tampoco un hombre llamado caballo (¿cuál era el nombre de la actriz que daba vida a la vieja india que utilizaba a Richard Harris como a un caballo? Un libro para el primero que deje un comentario con la respuesta, certera, en esta entrada).  Ni, siquiera, un hombre. En estos últimos días, casi tres semanas ya, no se me caen los anillos por confesarte que, en realidad, no soy nada. Un Hombre Solo y la Nada son exactamente lo mismo. NADA. Algunos, sin embargo, somos de efectos retardados y aprendemos tarde, mal y, a veces, nunca, que la Vida, como la cocaína, es para compartirla. Del mismo modo que mi madre, adicta al reciclaje, compartía con nosotros, con mi hermana pequeña y conmigo, sus quejas, a flor de grito: No tengo ni para comprarme unas enaguas por dároslo todo a vosotros, nos reprochaba en las contadas ocasiones en que nos reprendía. No tengo ni para comprarme unas enaguas por dároslo todo a vosotros. Una enagua, para quien no lo sepa, es una prenda de ropa interior que utilizan las mujeres, cuando, pongamos por caso, se visten con una falda translúcida o con demasiado vuelo, para evitar que se les vean las bragas. Entonces es cuando mi mente, una mente culpable, y enferma, hace una extraña, pero hasta cierto punto lógica, asociación de ideas, de malas ideas, y se pregunta, con mala conciencia:

¿Tampoco Chica y Manuela tendrían para comprarse unas bragas, unas putas bragas, por dármelo todo a mí?


David Gonzalez16/12/2014