David Grossman, autor de "Gran Cabaret"

Publicado el 29 septiembre 2016 por Juancarlos53
Aclaración preliminarCuando el blog "Cuéntame una historia" de Rosa Berros me invitó a adherirme a la iniciativa "Libros encadenados" lo hice diciéndole que leería "Gran Cabaret" de David Grossman, pero que tardaría algún tiempo. Bueno, pues no ha sido así. Hay ocasiones en que una lectura parece perderse debajo de una inmensa resma de libros y otras, -como ha ocurrido en esta ocasión-, en que contra todo pronóstico lo que habíamos programado para más tarde se impone y se encarama a la primera posición. 

¿Por qué pasan estas cosas? Pues no lo sé, ni tampoco creo que exista una Ley universal que explique el fenómeno; sólo puedo lanzar suposiciones que intenten dar una justificación medianamente lógica. En el caso que nos ocupa debo confesar que cuando pensé en este título, que había llegado a mis manos de manera casual, la memoria -mi mala memoria, evidentemente- me jugó una mala pasada: confundí a David Grossman con otro Grossman de nombre Vasili. Ambos, además, tienen una obra cuyos títulos comparten la palabra 'Vida': "La vida entera", David Grossman; "Vida y destino", Vasili Grossman. Cuando elegí leer a David estaba pensando en Vasili. Confieso mi error pues, aparte del apellido, de la palabra 'vida' en una de sus obras y ser judíos los dos, la 'Vida' particular de cada uno de ellos fue distante y distinta: Vasili nació en la Rusia Imperial en 1904 y murió en la Rusia Soviética en 1964; mientras que David nació en Jerusalén en 1954 y está actualmente en plena actividad creadora. Pido perdón, pues cuando en el post yo afirmaba haber leído la obra "La vida entera" me equivocaba de medio a medio dado que la obra en la que estaba pensando en  ese momento era "Vida y destino" de Vasili. Perdón, perdón, perdón.
Al advertir mi confusión, rápidamente, quizás para amortiguar la culpa, me puse con "Gran Cabaret". Y así, sin comerlo ni beberlo, la novela del israelita Grossman se saltó la cola de la que formaba parte sin importarle nada los murmullos, los ahogados silbidos y hasta algunos velados insultos que otros libros a punto estuvieron de proferir. Natural el enfado, ¿no?  

Mi
reseña  
sobre
Estamos en Natanya, una ciudad costera israelita. Durante dos horas Dóvaleh, un showman, entretiene a un público entregado en su cabaretera función diaria. Al local, el histrión Dóvaleh Grinstein lo nombra Cesarea, igual que la ciudad judía al norte de donde él y su público se encuentran, 
Dóvaleh es un hombre de unos 57 años, aproximadamente la misma edad de David Grossman. Está utilizando la función de esa noche -no sabemos si hará lo mismo todos los días- como catarsis de toda su existencia. Con él va a entrar en esa purificación todo su público, bueno, en realidad, sólo aquellos de entre los asistentes que soporten hasta el final su actuación. Entre este público se encuentra Avishai Lazar, un juez del Tribunal Supremo, que ha sido invitado expreamente por el actor. Famoso por sus justas sentencias, Avishai Lazar también sufrirá una importante transformación según vaya transcurriendo la función. Él y Dóvaleh fueron amigos y compañeros de clase en la ya muy lejana niñez. Los dos guardan de esa época  elementos en su interior de los que necesitan liberarse aunque no sin esfuerzo y dolor.
Durante el monólogo con interacciones constantes con el público, Dóvaleh entre bromas y veras (irónicamente) da un repaso a toda su vida. Una vida desarrollada en Israel, un país rodeado por "siete países árabes sedientos de sangre", un país atípico en guerra constante que vive encerrado en sí mismo  "como si nada existiera, ni la ocupación, ni los palestinos, ni el mundo, ni la realidad, como si no hubiera dos colonos que van caminando por la kasba de Hebrón" (pág. 44). Este egoísmo brutal, los israelitas lo hacen recaer directamente en 'ellos': "El problema lo tienen ellos. ¿Quién les ha pedido que se queden aquí para comer la mierda que nosotros cagamos?" (pág. 47).
Los clientes del Cesarea están ahí para pasar una noche divertida, pero Dóvaleh les hará pensar y eso siempre es lo contrario de divertirse. Aunque de vez en cuando el showman entrevera algún chiste que otro, es evidente que la función va subiendo en seriedad según avanza, hasta el punto de que los silbidos y las protestas llenan el local a menudo. Dóvaleh es consciente de esta reacción y sin embargo no hace nada por evitarla; es más, se diría que quiere provocarla:
"-Tus chistes son muy malos, le responde ella [una mujer pequeña que le conoce desde su niñez] con la mirada fija en la mesa y los dedos acariciando las asas de su bolso.
-¿Malos porque no hacen reír, le pregunta él con suavidad, o malos porque, digamos, encierran cierta maldad?
Ella no contesta de inmediato. Reflexiona.
-Las dos cosas, dice finalmente.
-O sea que mis chistes no tienen gracia, repite él, y además contienen maldad.
Ella vuelve a reflexionar: Sí.
-La comedia en vivo es así." (pág. 72)
Por esta Comedia en vivo que es "Gran Cabaret" desfilan todos los fantasmas del Estado de Israel: el adoctrinamiento militar dado a niños y adolescentes, los territorios ocupados, los asentamientos y los colonos, la religión impregnándolo todo (la Torá, el bar mitzvá, el muro de las lamentaciones...), los soldados por las calles, la política de venganza practicada habitualmente por el Estado... Todo esto, aunque público, salta, invade, mancha a todos y a cada uno de los que forman el país:
"¡Yo soy el primer caso de la política de venganza! ¿Captáis la situación? Tenemos la guerra del Sinaí, la batalla de Karamé, la operación Entebbe, la operación quién sabe qué, y tenemos la operación Grinstein." (pág. 16)
Con frases como las de la cita anterior es lógico que David Grossman sea considerado por los poderes del estado israelí un intelectual muy molesto. Él, pese a no abjurar del derecho de los judíos a mantener el territorio dado por Naciones Unidas en 1947, quiere y desea la convivencia en paz con los palestinos que allí estaban antes de su llegada y con todos los países árabes que les rodean y con los que viven en situación de guerra permanente. Grossman critica la política del diente por diente presente en la ley mosaica de los judíos y que, en el fondo, sirve también para justificar las agresiones continuas efectuadas por los musulmanes radicales contra ellos. 
Grossman pone en solfa los comportamientos hipócritas de las autoridades militares y estatales que llegan al llanto ante la orfandad sufrida por un adolescente y no descomponen el gesto ante las brutalidades cometidas contra cientos de seres humanos en sus famosas operaciones de autodefensa. Para ellos sólo existe un Holocausto, el suyo; el Holocausto que sufren otros, no es tal, no es comparable. 
Una novela política e iniciáticaCinismo e hipocresía. Esto es lo que Dóvaleh denuncia en su actuación y de lo que él intenta liberarse; y eso mismo es lo que el juez Avishai Lazar le promete poner por escrito para provocar en otros lo que en ellos ya se ha producido: la catarsis, la liberación de sus propios prejuicios y pasiones malsanas, la vuelta a lo que fueron en esa ya muy lejana adolescencia en la que se separaron siendo como eran excelentes compañeros. Estamos, pues, en cierto modo ante una novela de iniciación pero planteada a la inversa de lo que es común; es decir, partimos de la edad adulta -los dos personajes tienen 57 años- para a través de la palabra patentizar, visualizar, alcanzar, recuperar a esos dos adolescentes de trece años que fueron. 

El video anterior sacado del programa cultural "Página Dos" de RTVE (12 de abril de 2015) lo ha realizado "Alguien" del blog "Algún día en alguna parte" que en You Tube tiene un canal interesantísimo que desde aquí a todos sugiero visitar [pinchar aquí]. 
David Grossman en este video habla sólo de su novela. En la página "A la Carta" de RTVE se puede ver el programa completo [pinchar aquí]. En el mismo, además de la entrevista a David Grossman propiamente dicha, el programa televisivo da un paseo por el concepto de "escritor comprometido" (¡interesantísimo!) y dada la condición de judío de Grossman, la tercera y última parte del video se centra en Jerusalén como ciudad literaria. 
FinalLo que comencé considerando equivocación imperdonable por mi parte, se ha convertido al final para mí en un magnífico descubrimiento literario. Pero eso sí, advierto, David Grossman no es un escritor fácil; no se le puede leer sin la debida atención; no es sólo entretenimiento; tras la anécdota y las humoradas del monologuista de este Club de la Comedia que es el Cabaret donde actúa Dóvaleh hay mucha chicha.______________________
Recordatorio:Por ser unos magníficos blogs que incorporaré -si es que hay alguno que aún no aparece ahí- a mi página "Blogs de referencia", vuelvo a deciros cuáles son los seis blogs a los que he propuesto participar en la iniciativa "Libros encadenados" de la que esta reseña forma parte.Mis nominados son:
  • Alejandra y/o Javier del blog "Acabo de leer"