Para muchos, la hora de comer de nuestros hijos es un foco de ansiedad y de tensiones, ya que no comen la cantidad que a nosotros nos gustaría, rechazan alimentos que consideramos necesarios para pedir otros que no lo son tanto o pasan horas ante el plato. Son muchos los motivos, pero la consecuencia es que tanto para nuestros peques como para nosotros, en muchas ocasiones la hora de la comida se convierte en una fuente de discursiones y malas caras.
David nunca ha sido demasiado comedor y, según nuestra pediatra, siempre anda justito de peso. Por otro lado, tampoco come de todo y hay alimentos de los que consideramos importantes en la dieta, como son la fruta y el pescado, que ha rechazado durante gran parte de su vida.
En muchas ocasiones, bien porque está malito o por otros motivos que desconozco, pasa épocas en las que no quiere comer prácticamente de nada, ni siquiera de aquello que le gusta, limitándose a pedirme exclusivamente natillas o leche ( y a veces ni eso).
Cada vez que esto pasa, me preocupo muchísimo...la verdad es que de todos los aspectos de la crianza, este es el que mas me hace perder los nervios. Pero tras leer, releer y volver a leer el fabuloso libro de Carlos Gonzalez, Mi niño no me come, hace tiempo que llegué a la conclusión de que David, como todo niño sano, come lo que necesita.
Esto no quiere decir que en ocasiones no pierda los nervios, porque los pierdo, pero jamás le he obligado a comer y la experiencia me dice que lo estamos haciendo bien.
Como no le forzamos a comer, ni nos empeñamos en que coma esto o aquello, es el mismo quien se autoregula y siempre, tras estar malito o pasar una etapa en la que apenas come, pasa otra temporada en la que come bastante más de lo habitual en el, para recuperar. En esos días en los que está con más apetito, es el momento perfecto para intentar introducirle nuevos alimentos, porque en muchas ocasiones los acepta.
Por poneros un ejemplo, os diré que David había rechazado la fruta sistemáticamente a lo largo de su vida y hace unas semanas, empezó a comerse caquis y plátanos tan ricamente. Ahora vuelve a tener menos apetito y los vuelve a rechazar, pero como ya los ha probado y le gustan, sé que es cuestión de tiempo que le vuelvan a apetecer.
Y con los alimentos que no hay manera de que acepte buscamos alternativas: no tolera el pescado de la manera tradicional, así que le hago un guiso de pescado que, aunque no en grandes cantidades, si se come y espaguettis con atún que, aunque tampoco sea lo ideal, algo es algo!! . El huevo, que tampoco lo quiere de otra manera, se lo hago bien trituradito con tomate y le hago arroz a la cubana.
Con esto quiero decir que, aunque es difícil ( lo sé porque me cuesta lo mio) hay que intentar mantener la calma y que nuestros peques asocien la hora de comer con emociones y sentimientos positivos, no con nervios y malas caras.
Quizas David no coma todo lo que debería o todo lo que a mi pediatra le gustaría, pero es un niño sano, con un peso dentro de los margenes normales y creo que estamos consiguiendo lo más importante: que disfrute comiendo.
Porque antes o después crecerá y estoy segura de que poco a poco y de manera natural, como ha pasado con el plátano, introducirá nuevos alimentos. Y lo hará con gusto porque para el comer no tiene connotaciones negativas. En cambio, para el niño que cada comida supone un drama, asociará la comida a emociones negativas y nunca tendrá una relación sana con esta.
Así que, como creo que es más importante que coma de todo durante toda su vida y que disfrute con ello, en lugar de que coma de todo ahora a la fuerza, pasando a detestar ciertos alimentos en el futuro por el hecho de forzarle a comerlos mientras era un niño, seguiremos respetando sus gustos, aprovechando los buenos momentos para que pruebe cositas nuevas y haciendo para David, comer sea un placer.