En Suddenly, last summer, la adinerada Violet Venable (Katharine Hepburn) contrata sibilinamente los servicios del doctor Cucrowitz (Montgomery Cliff), neurocirujano en un hospital estatal, para que trate de poner orden en la mente de su sobrina y nuera Catherine (Elizabeth Taylor), que acaba de perder a su marido en el extranjero. Nada reprobable si obviamos el cordón umbilical, y depredador, que unía al desaparecido Sebastian con Mrs. Violet y que el doctor se ha convertido en un especialista en lobotomizar a sus pacientes. Pero antes de actuar, el médico, ahora enamorado, invitará a la bella Catherine a que les relate que sucedió realmente bajo el abrasador sol del Mediterráneo, cuánto terror y deseo rodeó la muerte de Sebastian, la locura de su relación.
En la adaptación de Joseph L. Mankiewicz, repetitivo decir que fue el hombre que mejor filmaba los largos diálogos, del texto de T. Williams, episodio muy cercano a la tragedia que vivió éste con su adorada hermana Rose, esquizofrénica paranoide que someterían a trepanación prefrontal, encontramos el espléndido trabajo de todo un equipo, de una maravillosa Liz y un decadente Monty, de su amistad incondicional, y la soberbia maestría de Katharine Hepburn, genio y figura que tras el rodaje no dudo en abofetear al director por el maltrato dispensado al depresivo actor protagonista. Retrato de un mundo burgués sórdido, espeluznante, donde el dinero puede acallarlo y comprarlo todo, desde hospitales hasta la condena total, o casi. Un mundo en el que algunos crecen hasta que, de repente, un verano, dejan de ser jóvenes. El último en el que la vida les pareció soportable.
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 5 títulos de J. L. Mankiewicz: The ghost ans Mrs. Muir (El fantasma y la señora Muir, 1947); All about Eve (Eva al desnudo, 1950); The barefoot contessa (La condesa descalza, 1954); Guys and dolls (Ellos y ellas, 1955) y Sleuth (La huella, 1972).