+ DE 1001 FILMS: 1032 - Soylent Green

Publicado el 16 enero 2010 por Alfonso

Soylent Green (Soylent green: Cuando el destino nos alcance, 1973) es una fantasía apocalíptica que transcurre en el año 2022 en New York City, ciudad de 40 millones de habitantes (la mitad de ellos sin empleo) que vive envuelta en una ola de calor perpetua y donde el olor de un tomate, el sabor de una manzana, la visión de un filete de buey crudo, el ardor de un trago de whisky o una ducha de agua caliente, son la esperanza y la gloria.
En mitad de ese desolador panorama resplandece Soylent Corporation, que abastece a la mitad de la población mundial. con sus preparados sintéticos. Su producto estrella, publicitado y repartido los green day, la galleta procedente del plancton marino, es el más básico, aceptado e inagotable. El asesinato de un consejero de la empresa, Mr. Simonson (Joseph Cotten), nos introducirá en la corrupción política y policial que gobierna la ciudad, el mundo. Un espacio con árboles es privilegio de unos mientras que la iglesia no puede dar refugio a todos los despojados de dignidad. El policía encargado del caso, Thorn (Charlton Heston) se resiste a cerrar el caso sin ahondar en la investigación. El hombre con el que comparte refugio, Sol (Edward G. Robinson), un profesor retirado que le ayuda en las investigaciones, descubrirá la verdad demasiado tarde: para él ha llegado la hora de retirarse al hogar, de volver a disfrutar del mundo de su infancia, el paraíso perdido que sólo pervive en la memoria de los más ancianos.
Richard Fleischer tomó como base ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!, distopía de Harry Harrison centrada en el milenarismo, para moverse entre el pop, el explotaition, la pesadilla orwelliana, los cuentos de Ray Bradbury y Philip K. Dick las invasiones de los ladrones de cuerpo de Siegel y Kaufmann y los zombies de George Romero, para rodar la gran olvidada de las obras maestras de la sci-fi. Todo en Soylent Green es brutal: los camiones que recogen a los cadáveres, las palas cargadoras que disuaden a los alborotadores, los parados por haber permanecido dos días de baja médica, los favores sexuales... y un Charlton Heston que convierte a su Thorn sin miramientos en héroe, como no podía ser de otro modo con esa planta.
Desde el montaje de apertura a las fotografías de los créditos (una tergiversación de la historia), la cámara incide en la manipulación económico-ecológica de las masas, parte de una realidad que hiede. La frase final es antológica (“Soylent Green is...”), y forma parte de las enciclopedias del género. Como la despedida de Edward G. Robinson de sus admiradores, que murió casi octogenario y sin ver el estreno del film: una secuencia triste y hermosa con música de Tchaikovsky, Beethoven, Grier. Un homenaje del cine a un rostro mil veces esculpido en la pantalla, de su Moisés, impulsor de un proyecto estremecedor.

Soylent Green (Soylent Green: Cuando el destino nos alcance, 1973)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) no se detallan títulos de R. Fleischer.