+ DE 1001 FILMS: 1085 - Kozijat rog

Publicado el 30 enero 2011 por Alfonso

La considerada por la industria del cine búlgaro como la mejor película de toda su filmografía, Kozijat rog (Cuerno de cabra, 1972), dirigida por Metodi Andonov, es una de las poquísimas veces en que el espectador tiene la sensación que la vida antes del invento del cine era tal cual la ha visto: de una pobreza extrema, de fríos amaneceres y campos de rojo que florecían cada primavera, de animales que se reproducían ajenos a todo rito humano, a la locura del hombre, de valles que repetían hasta el infinito el sonido de cada piedra que caía ladera abajo.
Kozijat rog sitúa su acción en el siglo XVII, en la tierras búlgaras dominadas por el imperio otomano. Un pastor de cabras (Anton Gorchev) sale a pasar la noche en las montañas con su rebaño. Al amanecer, recibe la noticia de que un grupo de turcos han violado a su esposa. Regresa corriendo a la humilde casa, y encuentra a su pequeña hija Maria (Nevena Andonova, la menor de la familia del director) llorando y a la esposa (Katia Paskaleva) muerta en el suelo. Encolerizado, incendia el lugar y corta a su hija el pelo gritándole que este mundo no es para mujeres, que está decidido a hacer de ella un hombre. Nueve años después, asistimos al entrenamiento que ha sometido el cabrero a Maria (ahora, y para regocijo del vidente, Katia Paskaleva) y a la culminación sangrienta de la venganza. Disfrazados con pieles y cencerros -es el kykep, la celebración carnavalesca de la llegada de la primavera que precede a la Cuaresma-, padre e hija darán comienzo a una ceremonia que terminará con un retorcido cuerno de cabra en el cuerpo de los estupradores, señal que algún cobarde hará suyo. Pero en el corazón de la joven no hay lugar para más odio, si acaso para el amor que ha encontrado en un tierno y solitario vecino (Milen Penev). Y tal confusión -la religión, las vestimentas, son la parte visible de ella- puede poner en peligro los planes del padre, su inagotable sed.
Terrible historia escrita por Nikolai Haitov, que defiende el pensamiento personal, Kozijat rog es la tercera producción de Andonov, profesor de interpretación que tuvo a Katia Paskaleva como alumna destacada, quien no escatima en momentos impactantes y violentos: el forcejeo de la madre, el sacrificio del animal con el que se ha encariñado la muchacha, el golpeo a la hija cobarde por el padre rencoroso. Con el blanco y negro de los recuerdos -otro búlgaro, Nikolai Volev, la volvió a filmar en 1994, con idéntico título, pero en color: el resultado no pasa de correcto; hay historias en las que el color te aleja de ellas-, parquedad de diálogos y banda sonora (palabras y sonidos guturales entre cacareos y crepitar de fuegos; una voz en off que nos sitúa en el tiempo después de la brutal presentación; los lamentos de la tonada mecedora de Maria Neykova), teje esta tragedia universal, pues la acción podría ocurrir en tierras celtas, griegas o nórdicas, sin que la leyenda perdiese su atracción: ¿acaso que suene una gaita o que se baile con máscaras no invita a pensar en otras culturas, en otras tierras, tan alejadas en los mapas pero de tradiciones tan parecidas?
Sólo el desconocimiento de esta obra, dura, ruda, lacerante, pero hermosa como pocas, hace que no se la mencione como uno de los títulos más imprescindibles del cine europeo de todos los tiempos. De un primitivismo que la emparenta, obviedades umbilicales, con Jungfrukällan (El manantial de la doncella, 1960), de Bergman y La ciociara (Dos mujeres, 1960), de De Sica, también lo está, por su atmósfera telúrica y opresora, con Marketa Lazarová (1967), de Vlácil -obra checa en la que parece que la cámara se desplazó al medievo europeo- y Furtivos (1975), de Borau -la duplicidad del papel femenino empaña la historia filial de una vaho incestuoso similar a la del español, un silencio de vergüenza y celos-.
Tras su paso por la Semana de Valladolid de 1973, Kozijat rog permaneció más de dos años en la cartelera de la capital española. Uno quiere creer que al público de aquella época le interesaba un cine menos comercial que el que se exhibe hoy día, pero tal vez el secreto estuviese en la contemplación de la belleza más secreta de Katia, visiones que hablan mucho y mal -¡se trata de una violación, de un forcejeo!- de la salud mental del español de la época, que se despedía de décadas de represión franquista. Para entonces, Metodi Andonov, que había estrenado Goliamata skuka (1973), su cuarto título y despedida, ya había fallecido (la muerte repentina le saludo a sus 42 años, en abril de 1974). Anton Gorchev y Katia Paskaleva, que aunque saborearon el éxito nunca fueron reclamados para trabajar en el extranjero, para descrédito de los cineastas contemporáneos, nos dejaron a comienzos del siglo XXI. El cine europeo debe muchos aplausos, pero sin duda a estos tres búlgaros, legendarios en su país, más que a otros más renombrados. Y a Kozijat rog el lugar que se merece: entre sus obras maestras.
Kozijat rog (Cuerno de cabra, 1972)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) no se detallan títu1os de M. Andonov.