De acero (Silvia Avallone)

Publicado el 06 febrero 2015 por Elpajaroverde
"¿Qué significa crecer en un conjunto de cuatro colmenas, desde las que llueven trozos de balcón y de amianto, en un patio donde los niños juegan junto a chicos que trafican y viejas que apestan? ¿Qué clase de visión del mundo te formas, en un lugar donde lo normal es no marcharse nunca de vacaciones, no ir al cine, no saber nada del mundo, no hojear lo periódicos, no leer libros y que no pase nada?"
Ese lugar es Piombino, ciudad costera de la Toscana, Italia. Piombino, cuyas grandes acerías son el pan de sus habitantes. Piombino, cuyos hombres presumen de músculos y conquistas y cuyas niñas malgastan su incipiente belleza cuando aún son un proyecto de mujer. Piombino, cuya costa mira desafiante y furibunda pero con callada envidia a la turística isla de Elba. Piombino, cementerio de ilusiones. Piombino, fabricante de vidas en serie. Piombino, truncador de sueños y cortador de alas. Piombino, principio y fin.

Portada de De acero

En Piombino nacen y crecen Anna y Francesca, protagonistas de "De acero". Son amigas desde siempre, siempre juntas, siempre inseparables. Han vivido una la vida de la otra, sus sueños, sus ilusiones, sus miedos y temores. O mejor dicho, han vivido una única vida: Anna y Francesca son un todo indivisible. A punto están de cumplir catorce años, las curvas perfilan rotundas y violentas sus aniñados cuerpos. Y ellas son conscientes de su poder, se sienten triunfantes. Son reinas de la belleza, saben que juegan con cartas ganadoras. Lo que ignoran con la insolencia de la juventud es que todo reinado tiene su fecha de caducidad. Se lanzan a su momento de gloria, ingenuas y crueles. Son las reglas no escritas del juego. En Piombino, si tienes catorce años, o destacas con falso brillo o eres un pringado, y ellas tienen muy claro a qué grupo pertenecen.
"En la carrera de Anna y Francesca, que chocaban contra brazos, sonrisas y pelotas de tenis, con la parte de arriba del bikini medio suelta, había un desafío. Y quienes las miraban les envidiaban ese pecho, ese culo, esa sonrisa impúdica de quien dice: yo existo."
Anna y Francesca se enfrentan a un año en el que dejan la infancia atrás y se adentran con enérgico titubeo en terreno desconocido. Anna y Francesca, tan iguales y tan distintas. Anna, que vive hacia afuera, que quiere comerse el mundo. Francesca, que vive para adentro, que se levanta y respira solamente para Anna. El todo indivisible que formaban, por primera vez pugna por romperse.
"Una está convencida de que debe tener más y más, cada día que pasa. Que ésa es la lógica de la cosas. Lo que sucede, en cambio, es que se tiene menos y menos, cada día que pasa."
Silvia Avallone nos narra en su bella y dura "De acero" la historia de dos adolescentes que luchan por sobrevivir en un entorno triste y deprimente. Pero no son estos dos los únicos personajes de esta realista y cruda novela. La escritora italiana nos abre las puertas sin permiso y con generosidad a las vidas y sentimientos de los familiares y amigos de Anna y Francesca. Casi podríamos hablar de una novela coral, además de una demoledora crítica social. Así, conocemos a Enrico, padre de Francesca, que vigila a su hija desde el balcón amparado en sus prismáticos y que ejerce una férrea y violenta autoridad en su casa; a Rosa, su mujer, que aguanta y calla sumisamente pues nadie la ha enseñado nunca a hacer otra cosa; a Sandra, madre de Anna, que se cree diferente a las demás porque lee periódicos y milita en un partido político, pero que se descubre tan tristemente cobarde como lo es Rosa; a Alessio, hermano de Anna, que disfraza su frustración por el abandono de su novia tres años atrás en un tonto intento de convertirse en el chico duro del barrio al que todos siguen y temen; a Cristiano, amigo de Alessio, que vuelve a casa puesto de 'coca' y 'anfetas' y escucha desde el rellano de la escalera el llanto de su hijo incapaz de reunir fuerzas para entrar a conocerlo; a Lisa, compañera de clase de Anna y Francesca, a las que envidia y aborrece en secreto resentida consigo misma por no atreverse a ser como ellas; ...

Welcome. Fotografía de Luz Adriana Villa

Ay, pajaritos, cuánta dureza y cuánta tristeza. Y cuántas ganas de gritar, de exclamarles a estos habitantes de 'mundo desolación' que luchen, que se planten, que se rebelen, que no repitan patrones generación tras generación, que ellos son los dueños de su vida, que nacer en un lugar u otro no debería determinar una existencia, que no, que no es justo, que no puede ser, que no debe ser. Cuántas ganas de decirles a esas madres que digan basta, que si no lo hacen por ellas que lo hagan por sus hijas, que las eduquen con su ejemplo. Qué deseo de explicarles a esos hombres que es tan fatuo intentar proteger a hijas y hermanas de la conducta que ellos mismos ejercen con otras mujeres, que lo que tienen que hacer es enseñarlas a defenderse por sí mismas, a valorarse. Qué impotencia ante esos niños condenados a convertirse en chulitos de cabeza hueca y risa tonta, ante esas niñas cotizadas tan sólo por los gramos de su carne. Espero y espero, anhelo encontrarme con alguien, sólo uno, que dé un puñetazo (figurado, claro está) en la mesa, y tan sólo me encuentro con un derrotismo heredado. Tal vez porque nunca ha salido nadie de ese círculo vicioso para conocer que puede haber otras opciones. Tal vez porque a ninguno se le ha ocurrido pensar que existe otro mundo a sólo veinte kilómetros y un ferry de distancia. Tal vez. Debe ser eso. Tiene que ser eso.
"No era de esa gente que lucha, ella. Le daba igual eso de conquistar el mundo como Anna. Ella no era Anna. Era distinta a las chicas del barrio, a las chicas en general. Y se había rendido desde siempre, ya desde el primer curso de primaria. Este mundo, ella no lo amaba."
Y aun así no puedo enfadarme, al igual que tampoco puedo evitar sumergirme en el decadente Piombino que asiste como testigo y artífice a las estériles vidas de sus habitantes menos mimados. Y esto es así por obra y gracia de Silvia Avallone, porque sólo lo buenos escritores, sólo los pequeños grandes, sólo un selecto grupo de ellos, tienen la facultad, la genialidad y el don de desnudar almas. Sólo ellos pueden sacar luz de la oscuridad, sólo ellos saben hallar belleza en un entorno zafio, sólo ellos son capaces de convertir lo frágil de un ser humano en su mayor fortaleza. Y así consigue esta joven escritora que percibamos un pequeño haz luminoso en las almas de esos duros cuerpos que sin su guía, seríamos incapaces de ver.
"Lo que ocurría es que había un único lugar donde Massi estaba realmente bien, y ese lugar era Anna. Su vecina de casa, la chiquilla cabrona que le tiraba globos de agua desde el balcón.No siempre sentía ganas de estar en guerra: con los profesores, con la gente de su edad, con sus padres. Y hacerse el duro con ella, mediante gestos, miradas, bravuconadas, esforzarse por marcar un gol cada domingo, esforzarse por potenciar el escúter hasta el extremo. A veces sentía ganas de encerrarse y caer, desnudo, en esa niña."

Ourense 15/01/2010. Fotografía de Foxspain Fotografía

Pertenece esta prometedora escritora sin duda a este distinguido club y yo no puedo más que maravillarme de mi suerte. Os cantaba excelencias la semana pasada sobre la autora de "Nadar desnudas", y he aquí, que me hallo en mi siguiente lectura ante otra inventora lingüística, otra estilista de la palabra, otra 'conjugadora' de combinaciones imposibles. Qué fortuna la mía, con lo que cuesta a veces dar con ellas, y qué pequeño y extraordinario milagro, encontrarme así, inesperadamente, con dos seguidas. Pequeños milagros también son los que crea Avallone con su prosa, con esos ojos de sabia mirada que captan lo que a otros nos es invisible, y con esa pluma fuerte y dulce a la par que sabe escribirlos y contarlos.
"En aquel momento, por detrás del ángulo de la puerta, apareció Anna. No dijo nada. Permaneció allí, limpia y descalza. Los miraba sin ser vista, como un pequeño ángel en pijama veraniego. En su alfabeto, aquello era algo muy hermoso. La imagen de su madre con el rostro en el hueco que quedaba entre el codo y el hombro de su hermano, era tal vez la más hermosa. Algo por lo que merecía la pena, en la vida, no hacer trampas."
Esta podría haber sido la historia de tantas otras pero es la historia de Anna y Francesca y de su reinado en el verano de 2001 en Piombino. Verano de sol abrasador y calor demencial. Calor infernal como el que agota a los hombres de la acería, miles de ellos entrando y saliendo de la planta metalúrgica, como insectos en sus colmenas repitiendo día tras día la misma actividad. Colmenas como las que forman los pisos de los barrios obreros que miran al mar desde cuyo uno de sus balcones un hombre vigila tenso los movimientos de una chiquilla cuyo bikini enseña más que tapa. Chiquilla que salta y juega en el agua ajena al espionaje con dedos trenzados en dedos amigos, hermanos. Dedos que se desanudan y corren prestos junto al resto de sus cuerpos a lucirse y provocar a otros cuerpos. Cuerpos de muchachos imberbes calientes por efecto del sol pero también por efecto de la febril ebullición adolescente. Calor, calor, en Piombino todo es calor, sudor, todo parece a punto de explosionar. Como la vida de Anna y Francesca. Porque sí, eso sí les concedo, a los catorce años se tiene toda la vida por delante. Disfrutadla, princesas, no tengáis prisa por reinar.
"El mundo aún tenía que llegar. El mundo llega a los catorce años."

piombino12. Fotografía de raffaele sergi


Ficha del libro:
Título: De acero
Autor: Silvia Avallone
Editorial: Alfaguara
Año de publicación: 2011
Nº de páginas: 368

Más sobre "De acero"


"De acero" se ha convertido en un fenómeno literario en Italia y en el resto de Europa. Ha resultado ganadora de varios premios y finalista del prestigioso Premio Strega. Se está preparando su adaptación cinematográfica.
Os dejo con las primeras páginas y con un vídeo promocional de esta profunda, desgarradora, poderosa, realista, cruda y dura pero también bella, hermosa, frágil y luminosa novela.
Primeras páginas de "De acero"
Booktrailer de "De acero"