De Agua y de Luz

Por Santos1
Santa Photini e hijos y compañeros mártires. 20 de marzo y 26 de febrero (griegos).

La santa con su atributo característico:
el cántaro de agua.

Si el III Domingo de Cuaresma leemos el Evangelio de la Samaritana (Juan 4, 5-42), lleno de simbolismo, y cargado de misericordia y luz, en esos días cercanos celebramos la memoria de una mártir a la que su leyenda identifica con esta santa mujer: Santa Photini o Fotina, la Samaritana. Hay que partir del hecho de que la asimilación de ambas es totalmente legendaria y con pocas garantías de realidad. Aún así, es interesante adentrarse en el mundo de la hagiografía y la leyenda, que siempre portan un mensaje evangélico.
Todos los documentos que sobre ella tratan son de origen griego, tardíos y con poco crédito. Los Bollandistas, Butler, etc., los tratan con reservas y aunque recogen las leyendas, como investigadores que son, dejan claro el carácter legendario, aunque subrayan el mensaje de fe que trasmiten. Según estas Actas, que no siempre coinciden, una vez convertida Photini, cuyo nombre significa “iluminadora” (y ya esto es todo un mensaje), comenzó a seguir a Jesucristo con el grupo de las santas mujeres. Luego de Pentecostés, acompañó a San Pedro Apóstol (29 de junio, 1 de agosto, 18 de enero, 22 de febrero y 18 de noviembre) a Roma y luego del martirio de este y del de San Pablo (29 y 30 de junio, 25 de enero, 18 de noviembre), se retiró a Cartago, con su hijo José, donde se dedicaron a predicar el Evangelio, con gran fruto.
Mientras, su otro hijo, de nombre Víctor, hacía carrera de militar en Roma y Asia Menor. Estando de servicio, fue mandado a llamar por Sebastián, el gobernador de Atalia, e inquirido sobre su fe y la de su madre y hermano, conocidos ampliamente como predicadores de la nueva fe. Sebastián le animó a mantener la fe en secreto, y que avisase a su familia de los peligros que podían correr (parece una realidad del siglo XXI) por manifestar su fe públicamente y lograr conversiones. Víctor se negó a ello, ante la admiración de Sebastián, que obtuvo la gracia de la conversión mediante una aparición de Jesucristo, que le había cegado hasta que se bautizase y recuperara la visión. Victor tuvo conocimiento de ello por el mismo Sebastián y se alegró con él. Al enterarse Nerón de esta conversión tan sonada, mandó detener a ambos y los llevaran a Roma, junto a Photini y José. Cristo mismo avisó en una visión a Víctor de lo que se le avecinaba y le dijo: “desde hoy te llamarás Photino, porque darás luz a otros en mi nombre”.
Llegados a Roma, Photino (antes Víctor) y Sebastián fueron interrogados y al no querer sacrificar a los dioses, fueron sometidos al tormento de la prensa, en el que aplastaban lentamente el cuerpo o una parte de este, fueron descoyuntados y cegados. Como no renegaban, fueron enviados a prisión. Entre tanto, Photini, José y las hermanas de Photini, Ciríaca, Phótides y Parasceves, Anatolia y Thais fueron apresados y las mujeres enviadas con la hija de Nerón, Domnina, a la que convirtieron junto a sus esclavas. Ante esto, Nerón montó en cólera y decidió acabar con la vida de los hombres, y mandó que José, Sebastián y Photino fueran crucificados y azotados. Al ver que no morían, les cortaron las piernas y los desollaron vivos, muriendo agónicamente.

Supuesta cabeza de "La Samaritana"
venerada en Montenegro.

Pensando que Photini y las mujeres se atemorizarían, las mandó llamar y al ver que no cejaban y proclamaban a Cristo, mandó desollar a Photini y arrojarla a un pozo. A las otras mujeres mandó cortarles los pechos e igualmente desollarlas, para finalmente ser decapitadas, salvo a Phótides, a quien la mandó atar a dos árboles tensos para ser descuartizada al soltarlos. Luego mandó llamar a Photini, le exigió sacrificar a los dioses, a lo que esta respondió escupiéndole al rostro y clamando: “¡Hombre impío y ciego; libertino y estúpido! ¿Crees que soy tan necia como para renunciar a mi Señor y sacrificar a ídolos tan ciegos como tú?”. Nerón no se lo pensó más, la mandó arrojar de nuevo al pozo y que fuera sellado. Allí murió.
¿Que puede haber de cierto en esta narración? Pues lo más probable, viendo otros casos, es que se trate de varios mártires dispersos a quien el culto y la necesidad de saber más de ellos ha unido en un grupo y relacionado entre sí. Hay más casos, como Santos Cecilia, Valeriano y Tiburcio, o Santos Eugenia, Proto y Jacinto.
En las iglesias orientales se le identifica, sin más crítica, como dije antes, con la Samaritana del Evangelio, ya que esta también iluminó a sus familiares y demás samaritanos. Esta veneración se ha traducido en reliquias, más que dudosas, que habrían sido descubiertas por ella misma a un ciego, al que antes devolvió la vista, como buena “iluminadora”. Estas reliquias andan dispersas por el mundo, se multiplican y se repiten, confirmando que efectivamente son falsas. En la iglesia occidental no recibe culto, aunque el pasaje evangélico es ampliamente representado en misales, relieves, vidrieras, etc. Este Evangelio sobre el encuentro entre Jesús y la samaritana durante siglos ha sido fuente de meditación para los místicos. Basten dos ejemplos: Esta excelente exégesis “Jesús y la Samaritana” (http://www.religionenlibertad.com/jesus-y-la-samaritana-exegesis-y-hermeneutica-39373.htm) y este texto de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús:
Acuérdome ahora lo que muchas veces he pensado de aquella santa Samaritana, qué herida debía de estar de esta hierba [del mundo], y cuán bien habían rendido en su corazón las palabras del Señor, pues deja al mismo Señor que ganen y se aprovechen los de su pueblo, (…) y en pago de esta tan gran caridad, mereció ser creída, y ver el gran bien que hizo nuestro Señor en aquel pueblo.
Paréceme que debe ser uno de los grandísimos consuelos que hay en la tierra, ver uno almas aprovechadas por medio suyo. (…) Dichosos a los que el Señor hace estas mercedes; bien obligados están a servirle. Iba esta santa mujer con aquella borrachez divina dando gritos por las calles.
Lo que me espanta a mí es ver cómo la creyeron, una mujer, y no debía ser de mucha suerte, pues iba por agua; de mucha humildad, sí, pues cuando el Señor le dice sus faltas, no se agravió (como lo hace ahora el mundo, que son malas de sufrir las verdades), sino díjole que debía ser profeta. En fin, le dieron crédito, y por solo su dicho salió gran gente de la ciudad al Señor.” (Conceptos 7, 6)


Es comprensible que por la importancia de este Evangelio, los hagiógrafos orientales, que es donde nace la leyenda y el culto, hayan querido “continuar” la vida de esta mujer, saber más de ella, y la hayan asimilado con una mártir venerada.
Fuentes:
"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
“Obras completas”. SANTA TERESA DE JESÚS.  Editorial Monte Carmelo.