De amistades y cometas

Por Siempreenmedio @Siempreblog

5 septiembre 2013 por matthewfragel

Por medios distintos a los habituales (es decir, a la bynzelman, que es la que escribe de estos temas muy mucho y muy bien), me entero de la próxima visita del cometa ISON. Sin meterme en demasiados jardines, tengo entendido que es discretito pero podremos contemplarlo a simple vista de aquí a tres meses, cuando se arrime bien arrimado al Sol.

Sin embargo, lo que me más me interesa del ISON no es ni su composición, ni su tamaño, ni su brillo. Es más, me trae sin cuidado.

Lo que me interesa del fenómeno es otro ángulo, digamos más antropológico. Porque no me digan que ISON y sus congéneres no son unos fenomenales trasuntos de las relaciones humanas.

Como los cometas, algunas personas viven agazapadas, en los confines de nuestro Sistema Solar, hasta que un buen día aparecen para dejar su rastro luminoso. Brillantes, pero también efímeras, desaparecen sin otra huella que un reguero de polvos incandescentes. De vez en cuando se nos vuelven a cruzar en el camino y nos acordamos indistintamente de ellas (las amistades efímeras) o de ellos (los polvos asociados). Pero sin mucho entusiasmo.

Como el Halley, otras amistades son tan tardonas como fieles. Aparecen cuando casi las habíamos olvidado y aquí paz y después gloria. Son potencialmente infinitas, aunque solo las disfrutemos un par de veces en la vida.

Luego están las que de lejos brillan mucho, pero miradas de cerca defraudan. No quiero arruinarles la lírica, pero recuerden que los cometas no son otra cosa que bolas de hielo sucio. Como a los amigos, toca disfrutarlos con sus imperfecciones o dejarlos pasar.

Y por último mis favoritas, esas personas que llevan tiempo dejándose ver sin éxito. Cuando Nevski y Novichonok, los descubridores de ISON, consultaron unas fotos viejas, se dieron cuenta de que el pobrecito ya estaba allí, pulsando inútilmente en el vacío interestelar. Tontos de nos, que encandilados por los cuerpos más brillantes nos dejamos cegar.