Es el título de una canción romántica de “mis tiempos” (algún día escribiré sobre eso de “los tiempos” pero hoy no es el día).
Hay cosas de las que no me gusta escribir porque, aunque lo parezca, no me gusta hablar de lo que duele, aún. Pero resumiendo os diré que he visto morir de amor y de ausencia. ¡Qué bonito es el amor! Pero… que dura es la vida que te dejan. En fin.
Que hoy de lo que quiero hablar es de todo lo contrario: por amor se sigue viviendo.
No me etiqueto como feminista porque no me gustan las etiquetas ni ser radical pero sí que tengo muy claro que somos todos (y todas por aquello de seguir el lenguaje igualitario que no entiendo mucho pero que también hablaré de ello) iguales para todo. Pero TODO.
Y en contra de mis principios igualitarios (que una es así de contradictoria) llevo muchos años diciendo que las mujeres somos más fuertes para enfrentarnos a la soledad. Entendiendo como soledad el vivir sin tener al lado a la persona con la que han compartido todo en la vida: viudas, divorciadas, solteras, etc …si hay un etc.
Resulta que no se puede generalizar, que es la verdad más absoluta que existe y que deberíamos tener siempre presente.
Es muy duro vivir sin la persona que lo ha sido todo para ti pero la vida es así (tiene huevos, con perdón). Y nadie debe de dejar de vivir por una ausencia por mucho que duela. Que duele tela.
Pues eso, que hay que tener dos cojones (con perdón otra vez) muy bien puestos para seguir hacia delante y empezar una nueva vida. A pesar de la edad, que no es lo mismo a los 20 que a los “taitantos”, a pesar de tu rutina, a pesar de todo.
Estoy muy orgullosa de querer mucho a una persona que es así y que además sé que me lee aunque a veces opine lo contrario a lo que digo.
Pues a esa persona le dedico este rollo de hoy. Bueno, a él y a la que hasta el final no paró de decirle cuál era el camino que tenía que seguir.
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