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Amigos, hoy os voy a dar una tregua y aunque solo sea por un día, no voy a presentar un videoclip, ni voy a recomendar un nuevo disco. Hoy quiero que os sentéis, que os relajéis y miréis conmigo por el retrovisor para retroceder hasta 1994, el año en el que un tal Javier Álvarez publicó un disco homónimo que quedó para la posteridad y le llevó a la fama. Eran tiempos en los que nadie se avergonzaba al ser llamado cantautor, y sus canciones incluso sonaban en las radios por muy extraterrestre que hoy en día pueda resultar. Javier Álvarez -el disco- contenía algunas canciones que han quedado marcadas a fuego en la historia de la música española como Uno, Dos, Tres, Cuatro, Piel de Pantera o La Madre de Fabián, pero sobre todo De aquí a la eternidad, una de las canciones más influyentes de mi modesta biografía. Así es, con el paso del tiempo te das cuenta que tu vida va cogiendo forma a base de besos, hostias, alegrías, decepciones y canciones, y esta es una de esos tesoros musicales que dibujó parte del Mikel alto y desgarbado que hoy conocéis. El modo de reproducción aleatoria es el culpable de este achaque de nostalgia musical, pero bien sabéis que es nuestra labor impedir que el tiempo sepulte las canciones que moldearon nuestra vida. Sería una pena que vosotros, jóvenes y locos adolescentes, nunca la escucharáis, y que nosotros, melómanos y nostálgicos treintañeros, la olvidemos. Porque, pase el tiempo que pase, seguimos teniendo y tendremos la eterna edad del porvenir, vosotros ya me entendéis.