de árboles e impresoras

Por Tupenda

Tenía su ordenador en la cocina y la impresora en el tercer piso en una pieza sin uso, donde el único mueble era una mesa para la máquina.

Afortunadamente, vivía solo y no tenía que explicar la curiosa distribución de su equipo de oficina, porque pocos entenderían su determinación de hacer ejercicio subiendo y bajando la empinada escalera. Además, así se obligaba a pensarlo dos veces antes de imprimir cualquier tontería, por respeto a los árboles sacrificados para hacer papel.

Leído en Más allá del invierno de Isabel Allende