Es imprescindible mudar esas percepciones y hacer ver que esos seres odiados nos pueden aportar algo y que la coexistencia no sólo es posible, sino además gratificante. El divulgarlo no sólo es tarea de los "ecologistas" y de la administración, los periodistas tambien juegan un papel muy importante, aunque, pocas veces este es realmente asumido. Estamos habituados a leer en la prensa noticias sobre lobos feroces que degollan al ganado, serpientes venenosas de 3 metros que entran en casas, buitres que matan corderos, zorros robagallinas y un largo listado de animales que son tratados como alimañas a erradicar.
Hace unos días, algunos medios difundieron una noticia acerca de los beneficios económicos que supone la presencia de buitres en los ecosistemas y cuyo titular decía lo siguiente:
Los buitres permiten en España un ahorro enegético igual al gasto de 9.000 hogares. Además, el cuerpo de la noticia señalaba que estas aves necrófagas evitan que 193.000 toneladas de CO2 acaben liberadas a la atmósfera (casi nada!!).
En España, se generan cada año 380.000 toneladas de carroña, de las que unas 150.000 corresponden a rumiantes (cabras y ovejas). Su incineración implica un alto coste energético, económico y ambiental derivado de la emisión de gases contaminantes y la imposibilidad del reciclaje natural de estos nutrientes por parte de la fauna salvaje y son necesarios 46 millones de litros de fuel oil anuales.
Si consideramos que un buitre adulto consume una media de 3 kg de carne semanales y que los ganaderos debe abonar una cuantía por la recogida y tratamiento de cada res que fallece, lo lógico sería que este gremio fuese el mayor defensor de las aves carroñeras de nuestro país. Desgraciadamente, esto no es así..
Seguimos encontrando buitres envenenados en nuestros campos y quejas en los medios de comunicación sobre los ataques a recien nacidos que puedan ejercer algunos buitres hambrientos, muchas de ellas, de dudosa credibilidad.
¿Conociendo estos claros beneficios, porque se nos hace tán difcíl la coexistencia?
En otros países, los buitres son animales venerados a los que se le ofrece el cuerpo de los seres queridos una vez fallecidos. De llevarse a cabo esta práctica en Europa, rápido acabaríamos con el vergonzoso negocio eclesiástico además de contribuir a la conservación de nuestras rapaces.
En la elevada región del Tíbet, donde sus habitantes viven más cerca del cielo que del suelo, también mueren más cerca de las nubes que de la tierra. Por eso, a los tibetanos les aguarda un singular ritual funerario cuando fallecen: el entierro en el cielo.
Los tibetanos creen que el cuerpo es sólo un recipiente vacío para el alma; una vez llegada la muerte, esta emprende su viaje hacia otra reencarnación que será mejor o peor dependiendo del karma que haya tenido durante su vida, el cuerpo es destruido de la siguiente manera.
A algunos no les parecerá un fin digno y preferirán estar hacinados en un cementerio rodeados de desconocidos. Particularmente, yo no sé si existe un más allá, pero que las partículas que componen mi cuerpo retornen a un medio lo más natural posible me parece el mínimo agradecimiento que uno le puede devolver a la madre naturaleza por haber podido disfrutar de su esplendor.
Por último, quiero dedicarle unos minutos a José Antonio Labordeta. Su pérdida nos entristece en estos momentos.
Hasta siempre!