Y decian que a él, que a ellos no les daba vergüenza reconocer que antes se pasaba hambre, que en realidad están satisfecho, porque aun están vivos y lo pueden contar.
Hablaban de que antes no había de nada. Que existían las cartillas de racionamiento que consistía en un bollito de pan, de 100 gramos, cuando normalmente un adulto come medio kilo al día. ¡De 100 gramos ! Un octavo de litro de aceite, que es parecido a una botellita de cocacola pequeñita. Y con eso tenían que cocinar y pasar todo el mes; 100 gramos de azúcar para un mes…. Claro, a eses niveles. De aquella hubo una cosa que salvó… ¡Los boniatos ! Y las almortas, las bielas, una legumbre muy mala que, además, estaba llena de gusanos, ¡aarj ! Aquella fue una época… tremenda, muy dura ; muy dura.
También me comentó que cuando daban un paquete de lentejas tenía más piedras que legumbre y ese día los chiquillos se quedaban en su casa lavando lentejas.
Cuando alguno de los que hablaban le daban un membrillo y salia a la calle, toda la chiquilleria le perseguia pidiendole: ¡Dame un Peazito!. También recuerdan con alegría que abrian el bocadillo y por el medio le hacian un agujero y le echaban aceite y azúcar.Las cartillas racionadas aparte para el tabaco e incluso este buen hombre grito:
¡Antes teniamos que cagar en un cubo” ! que estas modernidades como videt ni por asomo existían.
Y de repente llegó el pan macho tarifeño y cada uno nos fuimos con nuestro Kilo y medio pa la casa, prometiendonos ambos que volveriamos a charlar de esta época tan dura que sin lugar a duda resulgía ahora de modo más dulce.