Sería muy largo de contar toda su trayectoria, por otro lado, de sobra conocida. Por eso, me gustaría destacar su faceta “pecadora”. Confieso que la admiro, como todo el mundo, por su extraordinaria belleza motivo de envidia y placer para la vista. Una hermosa cara, con un cuerpo tentador que en muchas ocasiones eclipsaba su talento como actriz porque, como ella misma decía, ‘veían la “belleza” y no a la actriz’ (¿quizás un poquito soberbia también? Pecado que, por otro lado, está completamente justificado).
A pesar de haber nacido en una familia humilde, tuvo muy claro desde pequeñita que quería ser artista y famosa, y lo consiguió más allá de sus sueños más atrevidos. En una época en la que España casi ni existía en el mapa y antes de Banderas, Bardem o Cruz, nuestra Saritísima cruzó el charco, sin saber inglés, para triunfar en Hollywood. La Marilyn Morena la llamaban.
Aunque si he de ser sincera, lo que más admiro de Sara Montiel no es su belleza, su talento o sus anécdotas. En realidad, lo que más admiro de ella es su valentía y su pasión por la vida. Me gusta que se haya puesto el mundo por montera y haya hecho lo que le ha dado la gana, cuando le ha dado la gana y como le ha dado la gana. Adoro que se riera de sí misma y que cada vez que caía, se volviera a levantar con más fuerza aún. Me gusta su excentricidad, toda ella enjoyada de pies a cabeza (puede que haya sido también un poco avariciosa ¿no?), sin importarle lo que los demás digan de ella. Me gusta, admiro y adoro que haya sido una mujer libre en un mundo y en un momento en el que las mujeres estaban relegadas a un segundo plano y que haya disfrutado de la vida al máximo, con pasión y alegría.
Mª Antonia, allá donde estés, sigue disfrutando y revolucionando todo a tu alrededor, postra a tus pies a los ángeles y déjame darte las gracias por mostrarnos que una mujer puede fumar puros, amar intensamente y vivir libremente sin importar “el qué dirán”. Disfruta de tu nueva vida en las estrellas porque aquí ya eres una leyenda...