De Cañas y Nombres por Madrid

Publicado el 03 mayo 2011 por Cosechadel66

La cerveza tiene muchas propiedades. Dicen que tomarla de manera moderada, esto es, no ponerse ciego, trae beneficios a la salud. Sin embargo, la principal característica de la cerveza, al menos desde mi punto de vista, no se ve hasta que no te la tomas acompañado. Se trata de su influencia sobre los nombres. Si, sobre los nombres. Resulta que cualquier nombre te resulta más interesante y simpático si te lo presentan con unas cervezas rondando por las cercanías. Y funciona para nombres propios, comunes, de persona, de lugar, presentes, pasados o futuros. Conocidos ya o por conocer.

Pero no penséis que esta arriesgada afirmación se hace sin sesudas investigaciones previas. Por ejemplo, el jueves pasado, los chicos de Nomaders tuvieron a bien montar un paseo por Madrid para que unos cuantos blogueros pudiéramos añadir a nuestras investigaciones datos sobre el terreno. Y como no, para que la investigación empezase con buen pie, nada mejor que unas cervezas. El lugar, la terraza del Café de Oriente. Y los nombres comienzan a coger un interés especial. Almudena, Javier, Fátima… las sonrisas. Pero también las historias. Un nombre italiano, el de Francesco Bartoli, el primer empresario teatral que tuvo la feliz idea de cambiar unos lavaderos, los de los Caños del Peral, por un teatro. De aquellos sueños vienen estos otros, los que vemos ahora como Teatro Real. José Luis, Montse. Los nombres de los Reyes que llevaban un imperio, y su palacio frente a nosotros. Personas al fin y al cabo. Hay sitios donde no sólo miras un sitio, miras todo un mundo de historias. La del Cafe de Oriente es una de ellas. Helen, Patricia, Paco…

La sufrida investigación nos llevo después a entrar en las cocinas del Café, donde otro nombre que se agranda, Roberto (como dudar de quien lleva la Moral como apellido), nos enseñó a preparar una tarrina de paté. ¡No nacen en los supermercados! Buen descubrimiento. Quizás esta fue la parte más dificil de la investigación… no me veo y manipulando un hígado más allá de aliñar el mío propio mediante la ingestión de las susodichas cervecitas. Pero la verdad es que me encanta ver como alguien que sabe cocina. Y Roberto sabe, a la vista estuvo.

Lo mejor de la comida, siendo los alimentos excepcionales, fue sin duda poder seguir investigando en eso de los nombres. Alfredo, a la diestra, el tema es lo que menos importa en estos casos. Javier, a la siniestra, empieza a ser algo más que un avatar para ser un abrazo ná más vernos.

Los postres suelen entrar por los ojos. Pero además de una de las mejores torrijas que me he tomado en mi vida, en este caso lo de entrar por los ojos fue causado por un paseo por el Museo Thyssen. Más nombres, pues. Quijote, Quijano, Aldonza, Dulcinea, Sancho, La Mancha. El Thyssen es uno de esos lujos de Madrid que a veces parecemos no mirar a base de tenerlo tan cerca. Y es un lujo de los buenos. Como que te expliquen una obra maestra como el Quijote a través de otras obras maestras. Ganas de volver y pasear entre tantas miradas.

No se podía terminar el trabajo de campo de mejor manera que pateando las calles de Madrid buscando historias de amor, desamores y deseo. Se esconden tantas por sus esquinas que a veces te encuentras alguna saliendo de los portales. Eugenia, Cadalso, Bécquer, Dominguín, Ava… besos y caricias, busquedas y encuentros, odios y venganzas. Dalí y Lorca, los Alfonsos. Cuentos de emperatrices. París será la ciudad del amor, pero Madrid es la ciudad de las historias. De Cervantes a Galdós, de Lope a Quevedo, de Góngora a Machado. Nombres..

Creo que la cosa termino en horizontal, lo cual no es mal final para una historia empezada en un corrillo de sonrisas. Un trabajo de campo que confirma que cualquier nombre es mucho más si lleva acompañada buena gente y buenas birras. Y que coño, hasta sin birras.

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