El día siguiente amaneció claro y soleado y después de un buen desayuno, conducimos tan sólo 6km para llegar a L’Agulhas, pequeño pueblo orgulloso de estar situado en uno de los puntos geográficos más significativos del continente ya que el Cabo Agulhas es el extremo más meridional de África. A pesar de ello, no presenta la grandeza que uno podría esperar. La madre naturaleza no le ha dotado de gran espectacularidad, quizás como castigo a la gran cantidad de vidas que se han perdido en sus costas. Niebla, inciertas corrientes y rocas hacen que la travesía alrededor del cabo sea peligrosa y cuando baja la marea, los restos de naufragios dan fe de ello.
Está claro que las aguas de ambos mares no se unen en una definida línea recta pero después de varios estudios de la temperatura de sus corrientes marinas, el IHO (International Hydrographic Organisation) declaró oficialmente que éste es el punto de encuentro y no el Cabo de Buena Esperanza como se cree popularmente.
Por lo que parece, no debe ser un lugar demasiado turístico puesto que realizamos el recorrido por toda la zona en la más absoluta soledad.
No pasa lo mismo con Hermanus, nuestro siguiente destino que nos esperaba a unos 140km. Este pueblo costero es uno de los que ha sabido sacar mayor provecho a un hecho que en realidad no lo tiene en exclusiva.
Está considerado como uno de los 12 mejores lugares del Planeta para el avistamiento de ballenas. La profundidad de sus aguas tocando a la línea de costa permite ver los cetáceos desde tierra firme sin la necesidad de tener que navegar mar adentro. Un pequeño sendero llamado Clift Path, va resiguiendo la costa desde el Puerto Nuevo (New Harbour) hasta el Puerto Viejo (Old Harbour) donde se concentra la actividad turística, con cantidad de restaurantes y tiendas. A lo largo del paseo hay muchos bancos de madera situados de cara al Océano donde uno puede esperar a la llegada de las ballenas mientras. La gran población de Hyrax o conejos de roca hace que la espera no sea para nada aburrida.
A pesar de que la época para ver ballenas empieza en junio, las mayores probabilidades se concentran entre septiembre y octubre. Nos fuimos de Hermanus un poco decepcionados. Aunque avistamos algunas ballenas no se acercaron lo suficiente a la costa ni disfrutamos del espectáculo que esperábamos. Como ya las habíamos visto en el P.N. de Tsitsikamma, no perdimos allí más tiempo y nos dirigimos a Kleinmond, pueblo que tiene una laguna que comunica con el mar.
A 12km se encuentra Betty’s Bay donde vive una colonia de pingüinos africanos. Ahí si que disfrutamos!. Contemplando los graciosos andares de estos simpáticos animalillos nos hubiéramos pasado horas. Era la época de cría y muchas hembras estaban incubando sus huevos. Emiten un sonido muy parecido al rebuzno de un asno que al principio nos dejó un poco desconcertados. Por todos los rincones se encontraba alguna futura mamá semi escondida incubando: debajo de unas ramas, detrás de unos matorrales y otras en unos nidos artificiales que les habían preparado y que consisten en unos agujeros en el suelo. Algunos polluelos ya habían salido del huevo y las madres no se separaban de ellos ni un minuto. Un espectáculo increíble.
Se van encontrando algunos puntos donde poder parar y admirar el paisaje, además el sol ya está cayendo y la vista es impresionante. Desde Gordons Bay y siguiendo de nuevo la N2 llegamos a Ciudad del Cabo.