De cero a algo es mucha la diferencia, es la frase que escuché de una persona que conocí, hace unos años atrás, la cual había pasado un tiempo importante sin empleo.
Ante esta realidad, aún teniendo cierta preparación académica, tuvo que aceptar una oferta de trabajo cuya paga no era la mejor pero que podría, en cierta medida, mitigar parte de su situación económica.
La conversación que dio pie a esta frase vino a raíz de haberme encontrado con él en un espacio de trabajo en donde laboré. Me sorprendió su estancia allí; teniendo conocimiento del tipo de persona que era y las calificaciones que tenía, pero más aún, sabiendo que el manejo que tenía el dueño de la empresa con sus empleados en términos financieros no era, desde mi punto de vista, para nada interesante, basado en la experiencia que tuve allí.
En ese sentido, nos interesa abordar el tema de las decisiones financieras que tienen que tomarse en función de satisfacer necesidades puntuales y no necesariamente deseos aspiracionales, en donde el enfoque principal es lograr la solvencia en el corto plazo.
Este joven había accionado respondiendo a la necesidad de generar ingresos por las diferentes responsabilidades a las que tenía que hacer frente (Esposa y tres hijos). En otras palabras, no fue una decisión dentro un conjunto de alternativas, sino, una opción y una elección. De hecho, hay momentos en donde la situación se sale de control y requiere que se tomen medidas extremas.
Estas dos caras de una misma moneda permiten reflexionar sobre cómo se están tomando las decisiones financieras. Ya que en ambos casos existían responsabilidades familiares que debían ser enfrentadas; y solo una de ellas pudo ser, en ese momento, parcialmente mitigada. Mientras que la otra, aun a la fecha, continúan insatisfechas.
Tomando en consideración lo anterior, surge la pregunta: ¿Cómo tomar este tipo de decisiones?
Para ello lo primero que hay que hacer es partir de la contextualización de la realidad que se está viviendo. Ya que esto es la base para el accionar financiero.
Una de las principales dificultades que se ven en la gestión financiera es la descontextualización de la realidad, que es sinónimo de llevar una vida que no va acorde a las posibilidades económicas. En ese sentido, de cero a algo se torna en una diferencia de importancia cuando se interioriza que lo primordial es la satisfacer las necesidades básicas y prioritarias; por encima de las apariencias o deseos que se tengan.
Para ello hay que hacer un análisis y evaluación de cuáles son esas necesidades básicas, y clasificarlas por orden de prioridad. Para esto, la herramienta ideal es el presupuesto. El cual permite a quien lo elabore tener una panorámica ampliada y cuántica tanto de la realidad como del plan que permitirá solventar dicha situación.
Luego de contextualizarse en dicha realidad, entonces, se debe asumir una actitud de disciplina y enfoque. Ya que durante este tipo de situaciones es usual perder el norte ante lo abrumadora que pudiera ser la circunstancia. No obstante, es en estos momentos en donde es determinante auxiliarse de la disciplina y del enfoque para lograr el éxito. En palabras simples: Aférrese a un plan y no lo suelte.
Por último, y quizás lo más importante, es saber que es una situación temporal.
Es cierto que tomar este tipo de decisiones implica una serie de ajustes que, socialmente, se pudieran ver como un retroceso; sin embargo, debe saber que no es el/la primero(a) ni el/la último(a). Esto es algo común en las personas, hay temporadas bajas y otras altas.
A todo esto, para los momentos de bonanza la adaptación y los ajustes son más fáciles, mientras que los períodos de escasez lo que debe primar es procurar la solvencia financiera y el cumplimiento de los diferentes compromisos económicos.
Esto quiere decir que, en la medida en que la decisión que se tome esté dentro del marco de lo legal y las buenas costumbres, hay que mantener el barco financiero a flote, de manera que la frase de cero a algo es mucha la diferencia sea significativa en la gestión financiera. Teniendo en cuenta que es una situación momentánea que implica redefinir algunos de los aspectos de mayor incidencia en la gestión financiera.