De cómo conseguir ir a la peluquería

Por Bergeronnette @martikasprez
Tres años, tres hemos tardado en conseguir que l'aînée fuera a la peluquería. El primer año, tenía el pelo corto. Muy corto. Tan corto que pensaba que nunca le saldría la melena, mis rizos y que mis sueños de ponerle trabitas y coletas, y hacerle trenzas acabarían en eso, en un sueño.
Nota: las mamás de niñas nos volvemos muy ñoñas con el pelo. Les queremos hacer mil peinados, aunque no sepamos ni como conseguir que una coleta se quede en su sitio.
El segundo año, ya me encargaba yo de cortar un poco las puntas, el flequillo o pelo que se pone delante de la cara, y que no es ni flequillo ni nada. Y alguna vez, el padrino le ha cortado el pelo, pero nada de un palmo o más, sino las puntas.
Y el tercer año, casi adelantándome a la futura venida de piojos -que espero que no vengan a mi casa, porque no serán bienvenidas- y aprovechando mi arrebato de cortarme el pelo, me acompañó. El día anterior estaba contenta e ilusionada. Iba a hacer una cosa de mayores, con su mamá. Por la tarde del día P. comenzó a ponerse de morros. Y a todo era que no.
Llegados a este punto, tengo que recordar que Danièle adora la película de Rapunzel, y que esta  princesa Disney tiene el pelo largo, largo, larguísimo. Y que el pelo de mi Genoveva Mayor era largo. Cuando se lo lavaba, sus rizos bajaban y le llegaban hasta casi el nacimiento del culete.
Entramos en la peluquería y nos sentamos en el lavacabezas. No quiso sentarse ella ahí, sino que se sentó encima de mí, y entre las dos peluqueras y yo tratamos de convencerla. Me llevaron delante del espejo. Intentaron que ella se sentara en una butaca adaptada, pero no quiso. Así que se sentó sobre mí, le dí la revista de los cortes de pelo, y cuando cogió confianza dijo que sí quería cortarse el pelo, y además como el de una de las modelos de la revista. No llegó a tanto, pero quedó divina. Le gustó que usaran una botellita con spray para mojarle el pelo, que le cepillaran el pelo con cuidado, y ver como mi pelo iba cayendo delante de ella, mientras el de ella iba cayendo por detrás. Le encantó guardar un mechón en una bolsita, para el recuerdo. Y le maravilló que usaran el secador con ella. Mi Genoveva Mayor es presumida. Lo estoy viviendo día a día. Al salir de la peluquería, me dijo que estaba guapísima, y que era una princesita. El paso por la peluquería ha sido de estrella de cine. ¿No creéis?