De cómo el estrés trastoca un día cualquiera

Por Belen
De sobra es sabido por todos que al Sr. Murphy (a este señor se le conoce por su famosa Ley) le encanta hacer de las suyas cuando las cosas no van muy bien. Que te duele la uña del dedo gordo del pie, pues alguien va y te pisa justo en ese dedo, y cosas similares.
La semana y el mes no han empezado muy bien, gripazo al canto, niño descontrolado, paciencia en niveles rojos de batería. Todo esto se venía gestando desde hace algunas semanas. Soy de las que piensan que tu sistema de defensas se altera debido al estrés, al nerviosismo. Y he aquí el catarrazo que he cogido, desde mi punto de vista fruto de unas cuantas semanas de nervios a flor de piel.
¿El motivo? la tan manida conciliación. O mejor dicho la falta de ella. He estado trabajando unas horitas, muy poquitas, para poder hacerme cargo de mi hijo y atender alguna otra obligación. Y en cuanto algo ha cambiado en el curso de las vidas de esta familia, todo se ha tambaleado un poquito. En esta casa nada ha cambiado, yo me sigo ocupando de todo, del Peque y de todo lo que él implica, pero además tengo una obligación remunerada. La otra parte del binomio, es decir mi esposo, sigue con su trabajo y sus obligaciones o deberes de la misma manera que antes. ¿Eso qué significa?, que yo estoy estresada, sobrepasada. ¿Y qué consecuencias tiene esto?, la falta de paciencia, la falta de tiempo, la falta de sueño, y muchas otras faltas que seguro que ya imaginaréis.
Sí, sí, me consta que muchas otras mujeres están igual, que trabajan largas horas fuera de casa. Antes de continuar quiero dejar claro que yo no pretendo ofender a nadie con mis palabras, que no me quejo de mi situación, que en este caso es elegida. Pero quiero destacar que mucho tenemos que andar en este país para que las mujeres mejoremos nuestra calidad de vida.
Hasta ahora cuando se menciona el término conciliación muchos piensan que está relacionado exclusivamente con el mundo femenino. Permítanme a todos aquellos que lo piensan que les corrija. Cuando utilizamos este término, conciliación, generalmente va seguido de otro, familiar. Es decir, concilian (o lo intentan aunque sin éxito) las familias, no las mujeres en exclusiva.
Pero el panorama que nos encontramos es que somos las mujeres quienes reducimos nuestra jornada laboral, somos las mujeres quienes vamos con la lengua fuera a todos lados, en un número importante de casos somos las mujeres quienes organizamos la vida del hogar y así podría seguir largo y tendido. Por supuesto hay excepciones, hay maridos con horarios reducidos o estupendos horarios que les permiten estar con la familia y repartir las tareas y responsabilidades del hogar, pero seamos honestas, de esos hay pocos.
El caso es que desde por la mañana temprano hasta por la noche yo me lo guiso y yo me lo como. Y cuando tengo un día como hoy, con un gripazo del carajo, un dolor de cabeza tremendo, unos mocos que ni me dejan respirar y una tos que parezco Luis Aragonés (para quien no sepa de fútbol es un entrenador que fumaba mucho), el colofón del día es darse un golpazo con el coche y destrozar todo el paragolpes trasero, cuando mi niño y yo llegábamos de nuestra clase de música.
Tranquilos, no nos ha pasado nada, ha sido ya en mi calle y cuando me disponía a aparcar. Pero no he visto a un señor que tenía a mi izquierda, la única responsable he sido yo por no mirar.
Conclusión: tengo que recolocar ciertas cosas en mi vida.