De cómo ser mejor madre

Por Bergeronnette @martikasprez
Siguiendo la estela de LNSN, yo también era mejor madre antes de ser madre.Sabía exactamente cómo quería ser y cómo quería educarlas. Sabía exactamente como las mimaría y como las reprendería. Sabía exactamente como iba a ser la madre perfecta, y no la loca soñadora que he sido durante años.Quería ser la madre comprensiva y dialogante que toda hija quiere tener. Quería ser la madre joven y guapa (que superficial queda esta parte) de la que estén orgullosas. Quería ser la madre paciente y divertida que siempre acepta el desafío de las tardes aburridas. Quería ser la madre delicada y atenta que prodiga mimos a diestro y siniestro. Pero a la vez la madre estricta y razonable que sabe qué hacer en cada momento.
Pero es entonces cuando te encuentras la realidad, y la inexperiencia de una madre primeriza. No hay tardes llenas de juegos y diversión, de lecturas ininterrumpidas, ni de canciones sin fin, de descubrimientos y aventuras, de largos paseos, de columpios siempre disponibles, de juegos sin disputa, de besos de cura-sana.
La maternidad no incluía noches de preocupación, ni tardes, ni mañanas. Implicaba una casa recogida, ropa disponible para el día siguiente, comida preparada, siestas normales y noches de dormir a la hora indicada.
Y llega un momento, que descubres, que la energía de los niños es distinta a la que imaginabas. Que aprenden más rápido que tú. Que en un segundo te ayudan, y al otro, lo revuelven todo. Que saben más canciones infantiles que tú a su misma edad; pero, te sabes todas las canciones, y su orden en todos los discos de los Cantajuego, y con coreografía. Y te descubres cantando y gesticulando "para dormir a un elefante" al volante del coche, ¡sin niñas detrás!Que pones una lavadora el lunes, y el martes, y el miércoles. Y planchas el jueves, y el viernes, y el sábado. Pero la mayor sabe qué quiere ponerse, y qué debes ponerte tú. Que elige las braguitas que se pondrá mañana para ir a la guardería, porque así se las enseña a sus amigos (¡!)
Que vas al parque, pisa la hierba, coge flores, se sube al columpio, y quiere llegar -más fuerte, mamá- hasta el cielo. Y corre, y juega con otros niños, pero no se cansa. Y no se duerme después.
Y descubres que la siesta no existe. El descanso de diez minutos en el sofá, sólo diez minutos, suficientes para que la babilla recorra tu barbilla, ya no existe. Porque en esos diez minutos, da tiempo a preparar un café con salchichas en la cocina. Mientras desnuda a la muñeca, la peina y pide bañarla. Coge el bolso, te sirve el café con salchichas, y "quieres una papita?" te deja plantada en el cuarto de jugar, mientras soplas ese café, que buena falta te haría en realidad, y trae un puzzle de 50 piezas para hacerlo ya, pero ya, ya, que no puede esperar, ni siquiera a recoger lo que ha tirado por el suelo, para dejar sitio para el rompecabezas.
Y aprendes que la maternidad no es tener una casa recogida y unas niñas obedientes. No es tener que no preocuparte por si comen bien, crecen correctamente, descansan lo suficiente... Sino estar con ellas en cada momento, acompañarlas en su aprendizaje, -que es el mismo que el mío-, cuidarlas cuando estén malas, escucharlas cuando te pregunten y te necesiten, enseñarles las "normas" de la sociedad, y los porqués de cada cosa.
Que nadie me va a evitar equivocarme o preocuparme, y no es como lo había imaginado, pero es la maternidad que vivo, y la que me gusta. Es mi reto. Soy mejor madre que antes de ser madre, pero aprendo a ser mejor madre día a día. Como leí en algún sitio,
la realidad viene con sonido incluido.