El técnico luso que lo propició se empeñó en cobrarse la pieza del portero campeón del mundo y bicampeón de Europa con España porque no le dio hilo a su lamentable y ridícula birlocha; esa ‘culipava’ manía de ver enemigos por todas aquellas partes que no le hicieran la ola a su megalomanía. Los motivos deportivos que dio fueron, como él mismo, una estafa barriobajera. Adán, que también apuntaba alto desde las bases, no puede compararse, todavía, con Iker, por mucho que el citado narcisista se empeñe.
Iker Casillas ha sido y es un gran portero que ha tenido la suerte de estar bien en el lugar adecuado en el momento oportuno. Aparte de que tenga sus defectos, como todos, y que encadene rachas de más o menos acierto y fortuna, nadie puede negarle su categoría y el palmarés que atesora. Y otra cosa también importante: tiene ese punto de fortuna que siempre necesita un campeón.
Otro asunto será, según me llega de buenas fuentes, que haya problemas personales que le estén afectando. De ser así, ojalá los supere pronto.
Diego López es otro grandísimo portero que a algunos ya nos gustaba casi más que el anterior cuando jugaba en el Castilla; dominaba mejor el juego aéreo y era sobrio y seguro a media altura y por abajo, aunque, como ahora, las salidas en los uno contra uno fueran su punto débil. Ese detalle estuvo a punto de darle el otro día contra los veloces puntas del Betis más de un disgusto, como pude comprobar personalmente viendo el partido muy cerca de su portería.
Así que el asunto de Casillas ha devenido en un debate absurdo que sólo puede perjudicarle a él aparte del daño que ya le ha hecho a Adán y el que le puede hacer a Diego López. Y es una pena porque se trata del considerado por muchos el mejor portero del mundo, justificadamente, y de un magnífico profesional, como el gallego, que ha llegado por méritos propios a seguir manteniendo la titularidad blanca con un técnico distinto al que originó el desaguisado. Y también por el buen portero que es Adán, que de momento ha pagado los primeros platos rotos.
Y por si éramos pocos, ahora llega Bale, ese galés que al decir de casi todos está llamado a recordar en el Bernabéu a los grandes galopantes de banda que tantas veces lo han puesto de pie. Ojalá sea así, aunque se me antoja que llegará exigido por demasiados extremos. Uno de ellos, y no el menor de cara a la galería, será el de su desorbitado precio. Y otro, y tampoco minino respecto al vestuario, será el de sus emolumentos. Llega como el jugador más caro de la historia y situado al nivel salarial de un ídolo como Cristiano, el gran fichaje que hizo Calderón, y de un ex crack, Kaká, todavía ignoto por Chamartín; fichaje estrella de Pérez, por cierto. Dos detalles problemáticos para el Real.
Mientras, la deuda blanca ya supera los 600 millones de euros. Sí, sí, mucha riqueza blanca, dicen, pero la deuda se incrementa cada año. Ya veremos al final del ‘florentiniato’.
Por enfrente, parece que la dupla Messi-Neymar todavía no ha dado problemas. Esperemos que siga sin darlos, aunque algo me dice que por su vestuario tampoco florecen rosas. Como tampoco escampa para Rosell, que con ese fichaje tiene otro nubarrón brasileño judicial encima, aunque los tiros le vengan aparentemente de otros temas. También veremos.
Suerte a los medianos y pequeños, porque de ellos podrá venirnos la emoción a esta Liga devaluada.