Como resumen, después de las andaluzas y en general, a los políticos habría que insistirles en que el intransitivo dimitir debería ser un verbo por el que transitaran con normalidad. Y los ciudadanos deberíamos tener presente que la corrupción, como el miedo, no es una buena montera para nada y mucho menos ante las urnas; lo útil y honrado es ir descubierto y mirando de frente.
Quienes acumulamos nieve en las sienes o tenemos el peine como antiguo recuerdo, movimos el esqueleto muchas veces con aquella canción sesentera del ‘no te quieres enterar, yeyé…’ Es lo que cabría cantarle a Rajoy y a Rosa Díez por su contumacia en no percatarse de que su tiempo ha pasado. Los graves errores de la lideresa y sus consecuencias. A la creadora de UPyD, el azote parlamentario más sincero y perspicaz del Presidente, ya se han atrevido algunos muy relevantes de los suyos a decírselo a la cara, el penúltimo Toni Cantó. Pero les ha salido con el clásico enroque de mantenerla y no enmendarla y, como mucho y dándose un tiempo hasta el verano, con aquella otra letrilla bolera del “quizás, quizás, quizás…” Mal asunto para las esperanzas de quienes se han partido el pecho honestamente por lo que ha sido la gran aportación de este partido a la política española: su nítida idea de una más que necesaria regeneración política. Pese a ello, es contumaz también en la reiteración del error porque con el primero: no entenderse con Rivera para sumar sus fuerzas a C’s, ha recogido en Andalucía una muestra palmaria de sus consecuencias. Además del daño propio, le ha hecho también una faena infame a la idea que tanto ha defendido de mejorar el horizonte de la política española, truncando de paso la esperanza de tantos ciudadanos de que España cambiara para bien. Si hubiesen ido unidos a las elecciones andaluzas, los nueve diputados de Ciudadanos – la posible tercera vía - habrían crecido geométricamente, con el añadido de la ley D’Hont, y ahora estaríamos hablando de algo diferente a que todo siga igual en la región que sigue a la cola de España en paro, por ejemplo. A los socialistas, sobre todo, y a los populares se les hubieran caído algunos cientos de miles de votos más y no estarían enarbolando una gran victoria, o un posible entendimiento interesado, lo que ha sido en realidad el mal menor de muchos votantes.Y sin ánimo de generalizar la descalificación al PSOE, porque ha sido y es básico para España, es difícil entender desde el hartazgo generalizado español que la formación política que ha regido el destino de los andaluces desde hace más de treinta años, y bajo cuya sombra ha anidado tanta corrupción, pueda seguir dirigiendo su futuro. Y será así porque nuestra lógica democrática castiga sin muchas contemplaciones la división política; tal vez el único puerto de madurez democrática al que hemos llegado desde la constitución del 78.Aventuro desde esa seguridad y la creencia de que los andaluces participan del mismo hastío que el resto de españoles, que si Díez no hubiese sido tan miope hubieran mandado al PSOE al reparador rincón de pensar por una buena temporada. En la mente de la ciudadanía, las opciones de voto son un estado de ánimo, como tantas otras cosas de la vida, y la unión política inteligente nutre y aumenta los resultados electorales de quienes tienen la valentía y la generosidad de procurarla; esas dos virtudes humanas que tantísimo se aprecian.El insoportable cuajo de RajoyDel vano gobierno de Rajoy y del negro futuro político que está propiciando al PP, otro partido esencial, ya se ha dicho casi todo y no es cuestión de insistir; desde aquí llevamos tanto tiempo advirtiéndolo que ya aburre; pero es contumaz en el error de resistir a toda costa y apuesta porque lo devoren los españoles en mayo sin considerar el serio aviso de los andaluces.Hay tal nerviosismo entre los populares al ser conscientes de lo que se avecina, como lo demuestran los comentarios privados de muchos de sus gerifaltes periféricos y de quienes llevan años viviendo de las infinitas prebendas que les propicia el mando en autonomías, ayuntamientos y derivados, que el goteo de la desbandada hacia nuevos horizontes empieza a palparse. Preparen en C’s los botes para recoger a los precavidos, que las redes, escalas, cabos y bicheros habrá que emplearlos a fondo con los náufragos después de mayo si todo sigue igual. Es decir, si don Mariano, fiel a su personalidad política, da lugar al desastre electoral que se intuye. Como muestra de su proceder, dos botones. Careció de escrúpulos para no irse a casa tras lo de Bárcenas, y a día de hoy todavía tiene el cuajo de negar que supiera nada del dinero negro manejado por su partido en Génova; su guarida burocrática durante tantos años. Policías, guardias, inspectores de Hacienda, fiscales, testigos, partícipes, un juez… Debe ser que todos yerran o mienten.En fin, incluso otorgándole el beneficio de la honradez personal, de la que no dudo, qué gran lección si hubiese dado paso a otro de su partido que estuviese limpio y fuera capaz; digo yo que alguno habrá. Dará lugar a que lo pongan en su sitio muchos de los que ahora callan o aplauden en su presencia, azuzados por quienes mueven el cotarro entre bambalinas ante lo mucho que está en juego. Esas humaredas lejanas que ahora se huelen serán incendios voraces llegando los primeros calores del verano, con la vice Soraya de recambio previsto en caso de urgencia y su paisano Núñez Feijoo a la espera, si el difícil parto viniera con normalidad en el PP y tuviera la dudosa motivación de ser jefe de la oposición parlamentaria sacrificando su feudo gallego. La irresponsable, por cómplice, montera ciudadana
Como resumen, después de las andaluzas y en general, a los políticos habría que insistirles en que el intransitivo dimitir debería ser un verbo por el que transitaran con normalidad. Y los ciudadanos deberíamos tener presente que la corrupción, como el miedo, no es una buena montera para nada y mucho menos ante las urnas; lo útil y honrado es ir descubierto y mirando de frente.
Como resumen, después de las andaluzas y en general, a los políticos habría que insistirles en que el intransitivo dimitir debería ser un verbo por el que transitaran con normalidad. Y los ciudadanos deberíamos tener presente que la corrupción, como el miedo, no es una buena montera para nada y mucho menos ante las urnas; lo útil y honrado es ir descubierto y mirando de frente.