En La Celestina (Fernando de Rojas,1499) se hace alusión a la palabra en el siguiente extracto: "Esta mujer es marcada ramera, según tú me dijiste, cuanto con ella te pasó has de creer que no carece de engaño. Sus ofrecimientos fueron falsos y no sé yo a qué fin".
En lo que se refiere al término fornicar, su origen también resulta curioso. En la antigüedad clásica, Roma concretamente, las prostitutas que ejercían en las calles de la ciudad debido esencialmente a la alta demanda de sus trabajos y para presentar competencia a los lenociniums (locales que ofertaban beneficios sexuales) ofrecían a pie de calle precios más "razonables" a sus consumidores. De esta manera, al igual que se exhiben en la actualidad, prestaban servicios bajo las arcadas (conjunto de arcos) de construcciones abovedadas (puentes, acueductos, ...). Estos fornix o fornice (espacio en forma de bóveda o curvatura interior de un arco), como eran testigos del trabajo de las rameras y resguardo del coito con sus clientes en algunas ocasiones, provocaron que la gente comenzara a denominar a la actividad que acogían con el término: fornicar, y que las mujeres que cobraban por hacerlo fueran conocidas como: fornicadoras.