Un reportaje de la prensa internacional recogió las declaraciones del académico de la Universidad de Montevideo, Ramiro Podetti, en los siguientes términos: “Uruguay se ha destacado por la estabilidad y la racionalidad de su política, cuando la inestabilidad de América Latina es lo que más preocupa al mundo. Mujica le ha añadido su toque personal a toda una doctrina histórica, y en ese sentido ha hecho un gran aporte”.
Es ampliamente conocido que José Mujica fue un activo combatiente del Movimiento de Liberación Tupamaro, y que mantuvo en alto y con dignidad esa procedencia revolucionaria.
Como todo hombre de Estado, Mujica pronunció verdades amargas para gobiernos como el de México, acerca de la situación de criminalidad y narcotráfico imperante en ese país.
De igual manera, en la crisis de Venezuela, él no se sumó al estridente coro internacional que se entromete hasta el tuétano en las interioridades de esa nación soberana, y ha llamado a todos los líderes mundiales a respetar la democracia y la autodeterminación del pueblo venezolano en la búsqueda de lograr una solución pacífica a su delicada situación económica y política.
Esa verticalidad que mantuvo al presidente Mujica indoblegable ante los caprichos injerencistas de diversas latitudes, constituye la explicación de que reportes de prensa señalen: “A pesar de su estilo campechano y sus declaraciones polémicas, el ex guerrillero tupamaro se ha mantenido dentro de una tradición de la diplomacia uruguaya que combina neutralidad, afirmación de los intereses nacionales frente a las grandes potencias y defensa de la integración americana”.
La honestidad que brilla como el sol en la gestión gubernamental de José Mujica, debería ser un espejo y motivo de reflexión colectiva en países como el nuestro, donde los partidos políticos funcionan como asociaciones, y no precisamente de bienhechores.
Quiero resaltar dos de sus frases célebres: “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”. “Llegué a presidente de mi país, pobre. Me voy igual que cuando llegué, pobre. No os puedo definir cuanto de rico soy ahora al haber contribuido a servir a mi país y no haber cambiado”.
Por un momento, imagínense apreciados lectores, el rotundo rechazo que tendría entre los líderes políticos, una invitación para asistir a un taller o seminario internacional organizado por “Pepe” Mujica, bajo el título: “Cómo gobernar un país sin acumular grandes fortunas”. ¿No creen ustedes que generaría poca acogida entre la mayoría de los gobernantes?
Como corolario, debo recalcar que Mujica gobernó sin darle luz verde a la corrupción oficial durante su mandato. Eso lo consagra en la historia latinoamericana como un gran estadista. ¡Ojalá que muchos emulen su ejemplo! Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es