… de educar (maternidad de la A a la Z)

Por Arusca @contrasypros

Cuando vas al colegio, tu seño (suelen ser mujeres) es alguien especial. La mamá del cole. Luego pasamos a la profe. Esa ya nos cae mejor o peor según el día que nos abraza o que nos corrige al leer en voz alta. Pero la seguimos queriendo mucho.

Pasamos al instituto, ahí los profesores se convierten en objeto de todas nuestras críticas y son la causa de gran parte de nuestros males (pobrecitos ellos). Porque, vamos a ver, poner un examen de latín el lunes cuando este sábado teníamos que salir, sí o sí, para ver si nos encontrábamos “por casualidad” con Fulanito porque, al parecer, éste le ha dicho a Mengano, quien se lo ha dicho a Puri, que se lo ha dicho a Pepita, nuestra amiga del alma, que le gustamos un poco; eso, queridas mías, no es más que una putada por parte del profesor.

Llegamos a la universidad y aquí los profesores son admirados (hay que ver cuánto sabe éste de lo que está hablando) o no saben explicar porque son de los que les encanta oírse a ellos mismos. La relación con estos profesores suele ser más distante y ya no nos recuerdan a mamá ni a papá.

Vamos, que pasamos gran parte de nuestra vida viendo a los profesores como el enemigo. Pero nuestros padres no corren mejor suerte. Pasamos de admirarlos en nuestra niñez para despreciarles en nuestra adolescencia. Y todo porque quieren enseñarnos a ser buenas personas, personas de provecho. ¡Habráse visto semejante despropósito!

Pero la vida, que da muchas vueltas y tiene un sentido del humor un tanto peculiar, decide un día que te pique el gusanillo de la maternidad y que quieras tener un bebé en brazos. Tuyo a poder ser. De esos que te los puedas llevar a casa sin que nadie los reclame. Lo que vienen siendo tus hijos. Y otro día, un lunes o un miércoles cualquiera, por decir alguno, nace ese ser que te llenará de amor y al que querrás más que a nada en este mundo.

Al principio es fácil. Comer, dormir, bañarle, pañal por aquí, cólico por allá. Pero, ay, luego empiezan a crecer, sin pedirte permiso ni nada (eso ya debería hacernos sospechar por dónde van a ir los tiros el resto de nuestra vida). Y otro día, un jueves o un domingo cualquiera, por decir algo, te descubres diciéndole “¡no!”. Que si eso no se toca, que si lo otro no se lleva a la boca, que si no se tira del pelo, etc.

Y entonces, otro día, esta vez podría ser un sábado o un miércoles cualquiera, te encuentras a tu mico haciéndote preguntas incómodas, como por ejemplo, si no se debe mentir, ¿por qué hacemos bromas, si son como mentiras? Y te ves buscando una respuesta apta para niños que satisfaga su curiosidad. O mejor aún, va tu mico y te pregunta que por qué helado se escribe con la letra H si no se pronuncia.

Bueno, pues así, sin darnos a penas cuentas, resulta que nos hemos convertido en maestras y profesores improvisados. Ahora somos nosotros, como madres (y padres) quien tenemos que enseñar a nuestros hijos a ser personas de bien, inculcarles ciertos valores que creemos que les ayudarán en su vida adulta. Y lo peor de todo, como he dicho antes, es que esto lo hacemos de manera improvisada. Cruzando los dedos mientras intentamos que nuestros hijos comprendan lo que les estamos diciendo. Confiando en que capten la sutiliza de nuestras palabras.

CONTRAS:

  1. No hay libro de instrucciones. Habrá manuales o algún libro de algún gurú de turno con sus prácticas y consejos. Pero a la hora de la verdad, sólo estamos nosotros como padres y nuestros hijos. Y, como lo que vale para un niño no vale para otro, aunque ambos sean hermanos, no nos queda nada más que la prueba y error.

  2. Asumidlo, dentro de unos años, nosotros seremos los malos. Nos lo cuestionarán todo, cosa que no es de por sí mala, pero nos sacarán de los nervios. Me temo que los desafíos que nos lanzan con 4 años se van a quedar en peccata minuta cuando tengan 16.

PROS:

  1. Como todo en esto de la maternidad, hay que confiar en nosotras mismas y pensar que estos valores que hoy les transmitimos, cuando sean adultos de verdad les serán de gran utilidad. Hay que darles las herramientas para que puedan salir al mundo y volar libres.

  2. Como nadie nos obliga a nada, podemos enseñar a nuestros hijos de la manera que más adecuada consideremos. Un ejemplo de ello, es el reto del rinoceronte naranja, que tan buenos resultados les ha dado a algunas madres.

“La maternidad de la A a la Z” es un carnaval de blogs iniciado por Trimadre a los Treinta que consiste en que cada madre participante describa un sentimiento al que ha descubierto un nuevo sentido con la maternidad, o una faceta de su personalidad que desconocía antes de ser madre. El objetivo es crear en red, colaborando unas con otras, un “Diccionario de madres” con el que reírnos, emocionarnos y conocernos un poco más.
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