La actuación del colegiado decidió un Barça-Madrid muy igualado, en el que Ancelotti y el Tata Martino evidenciaron que son dos técnicos muy temerosos
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En mi artículo del pasado 29 de septiembre escribía que los árbitros suelen beneficiar al equipo más poderoso. Y en este de ahora simplemente me ratifico en lo que llevo opinando muchos años. Y como hoy en día la escuadra más poderosa es la del Barcelona, pues en las últimas temporadas ha sumado más títulos que ninguna otra, es la que más ayudas recibe de los colegiados. Y esta idea se hizo realidad una vez más en el clásico que disputaron ayer Barça y Real Madrid en el Camp Nou. En esta ocasión, en un encuentro muy igualado, en el que los azulgrana fueron superiores en los primeros 45 minutos y los blancos jugaron mejor y crearon más ocasiones en la segunda mitad, fue la polémica actuación del árbitro la que decidió la victoria en favor de los catalanes. Situación que en las últimas temporadas se ha repetido mayormente en beneficio de los blaugranas, pero que históricamente se decanta por los blancos por su mayor cantidad de triunfos.Desde mi punto de vista, Undiano Mallenco se comió ayer tres penaltis, dos en el área barcelonista y uno en la blanca (sin contar los numerosos que se producen en todos los saques de esquina). Debieron ser señalados la mano de Adriano, el empujón de Mascherano a Ronaldo y el pisotón de Pepe a Cesc. Pero los árbitros se equivocan porque son humanos y porque no pueden abstraerse de la inmensa presión que reciben desde todos los sectores. A cambio, están más que bien pagados. En esta ocasión, son los madridistas los que se quejan con razón de la actuación del colegiado. Pero no hay que echar mucho tiempo atrás para recordar la última queja barcelonista por esta misma causa: la temporada pasada en el Bernabéu reclamaron una zancadilla de Ramos a Adriano dentro del área poco antes del final del encuentro que le hubiera posibilitado el empate a dos.
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Por esa razón, me parece más elegante y sincera la respuesta que dio Xavi tras el partido cuando le preguntaron por los lamentos madridistas: "¿Qué nos ha beneficiado el árbitro?. Mejor para nosotros". Esta aseveración refleja más nítidamente la realidad que las manidas frases de "son unos llorones" (Busquets)o "son las quejas de los perdedores" (Alves). Solo con regresar al último derbi de la temporada pasada en el Paseo de la Castellana se puede recordar la imagen de Piqué con las muñecas juntas elevadas al aire ante al colegiado por no haber pitado el penal a Adriano, mientras sus compañeros rodeaban a Perez Lasa con airadas protestas. Todos, sin excepción, se quejan cuando se siente perjudicados por las decisiones de los colegiados.Pero los que deberían estar cabreados son los aficionados de ambos equipos con sus respectivos entrenadores, pues tanto Carlo Ancelotti como el Tata Martino evidenciaron su extremado conservadurismo, que normalmente va en detrimento del espectáculo y de los intereses de sus respectivas escuadras. El primero en lucir su miedo fue el técnico italiano del Madrid. La alineación de Ramos por delante de Varane y Pepe fue toda una declaración de intenciones de que su objetivo era destruir en lugar de crear, era intentar trabar las tradicionales correrías de Messi y Neymar por la medular. Y para lograr este supuesto beneficio para su equipo no dudó en prescindir de un mediocampista de los de verdad, que con la ausencia de Alonso es Illarramendi, un mediocentro que saca el balón jugado con criterio, que no tiene el olfato demoledor de Ramos, pero que nutre con pases ventajosos a sus delanteros. Seguro que Ancelotti fue consciente de su error cuando echó mano del vasco para hacer olvidar una primera mitad en la que los suyos apenas se acercaron con peligro por el área de Valdés. El regreso a la lógica de este deporte, forzado por el marcador en contra, le valió al Madrid una segunda mitad en la que se adueñó del choque y en la que convirtió al cancerbero azulgrana en el mejor de su equipo.
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Pero el áurea conservador no es propiedad exclusiva de Ancelotti, pues el Tata Martino ofreció otra importante ración de cobardía al retirar en el minuto 77 a Iniesta, el creador más inspirado de su equipo, para dar entrada al destructor Song. Es incomprensible que el técnico argentino sacara del campo al jugador que cada vez que enfilaba el área blanca, metía el miedo en el cuerpo a sus rivales, pues su capacidad de dar pases de la forma y por el lugar más inesperados es única en este deporte. Una vez más, la ganas de conservar el tesoro de un gol impidió seguir disfrutando sobre el césped de un jugador sin igual que mantenía a los suyos activos. Y lo peor de todo es que no es la primera vez que Martino evidencia que el albaceteño no parece llenarle. Ayer tenía donde elegir para dar entrada al mediocentro holandés, empezando por Xavi, mucho menos activo y acertado que Iniesta, y terminando por Messi, desaparecido casi todo el choque. Pero pesaron más lo galones que la lógica de lo que se estaba viviendo en el campo.Hay quien puede entender que las reacciones miedosas de ambos entrenadores está justificada, pues un Madrid que ha mostrado esta temporada disponer de una estructura muy frágil tenía que cubrir sus espaldas frente a un Barcelona campeón, líder y avasallador en su feudo. Pero con la variación dispuesta por Ancelotti, el técnico hizo público su temor y desarmó todavía más una estructura que necesita tiempo para fraguar. Además, dio alas a un Barcelona lejos de la excelencia de otras campañas, que se basa más en la dinamita de sus fantásticos jugadores que en el aplastamiento de la apisonadora bien engrasada que ha sido los últimos años. De momento, el Tata no parece haber aportado gran cosa a este equipo de leyenda. Muchas son las dudas que le quedan por disipar, incluido después de este clásico, que sacó adelante gracias al acierto de Alexis, a la falta de fortuna de Benzema y a los errores del colegiado.
Alejandro Posilio FernándezPeriodistaBlog: Posilio News@aposilioFB: www.facebook.com/PosilioNewses.linkedin.com/in/alejandroposilio