De estar a un paso de la Libertadores a vaciar su plantel, ¿Qué le pasó a Boca?

Publicado el 24 julio 2012 por Marianofusco

El éxito es capaz de disimular las miserias. El hábito de ganar oculta los trapos sucios bajo el tapete. En la bonanza no importa el cómo sino lo que se suele valorar en el triunfo mismo. En la adversidad, en cambio, los espasmos, las reacciones inmediatas, las declaraciones en caliente reflejan genuinamente qué hay en realidad detrás de un resultado negativo adverso. A Boca le pasó esto mismo. La derrota en la final de la Copa Libertadores puso al desnudo todos los inconvenientes que las victorias ocultaban. Terminó por derrumbar, al cabo, esa estructura endeble que fue perdiendo fuerza y estabilidad con el paso del semestre. Ser el segundo de América no implica fracaso.

El equipo de Julio César Falcioni arribó a una final continental con méritos propias y cedió ante el mejor equipo de la competencia. Quedó por encima de 36 equipos y sólo fue superado por uno. En otras condiciones, el proceso hubiese sido evaluado de otro modo. Pero en Boca abundaban los problemas. Por empezar, días atrás el Xeneize había perdido un campeonato que parecía definido cuando empató primero ante el luego descendido Banfield y en la fecha siguiente cayó sin atenuantes ante Arsenal en La Bombonera. Por eso, la definición ante Corinthians asomaba como una oportunidad inmejorable para que la gloria de América pudiera hacer olvidar el fracaso doméstico. Boca necesitaba esa revancha. Pero perdió.

¿Fue esa derrota el mayor dolor de los hinchas? No. Porque lo que venía creciendo como rumor en los días previos fue confirmado por el protagonista. Y desde el Pacaembú mismo, Juan Román Riquelme anunciaba que ese había sido su último partido en Boca. Uno de los máximos ídolos de la historia del club daba un paso al costado por la insostenible relación con Falcioni y Daniel Angelici. La derrota había desintegrado la tregua.

Aún con las idas y vueltas del caso Riquelme como noticia más resonante del Mundo Boca, sucedieron otras cosas que en otro momento hubieran sido tapa. Al desprolijo manejo que se le dio a la salida de Facundo Roncaglia, que no pudo jugar en San Pablo por no contar con un seguro médico, se le sumó la estrepitosa partida de Sebastián Sosa, que por la lesión de Agustín Orion iba a ser titular en este semestre.

Sin su máximo referente y sin arquero (luego llegaría Oscar Ustari), la premisa pasaba por tratar de mantener la mayor parte de la base posible. Pero el equipo comenzó a desmantelarse. Con Darío Cvitanich de regreso en Holanda, Boca optó por transferir a Pablo Mouche y Sergio Araujo. Además, casi emigra Lucas Viatri y Orlando Gaona Lugo tiene un pie en Francia. Ante este panorama, por ahora no hay reemplazos de jerarquía para acompañar a Santiago Silva y Nicolás Blandi.

En la defensa, el panorama no es mucho mejor. Sin Roncaglia, dejó ir además a Juan Insaurralde y a Gastón Sauro. Y le renovaron el contrato a Rolando Schiavi por seis meses, con la condición de que no le garantizaban la titularidad. Para colmo, la opción para lo que queda de la pretemporada no fue quedarse a realizar un trabajo convencional de preparación (y recuperación) física luego de unos primeros meses agotadores, en el que afrontó tres competencias. A Boca lo sedujo la tentadora cifra que percibirá por realizar una gira por Venezuela y Colombia, en la que jugará cuatro partidos en seis días, el último de ellos menos de una semana antes del inicio del Torneo Apertura.

A todo esto, Boca tendrá el 8 del mes próximo la chance el último vestigio de la esquiva Triple Corona: la Copa Argentina, definición que lo pondrá cara a cara con Racing y que pasó de ser la frutilla del postre a un objetivo prioritario. Aunque a la vista del accionar de Boca no lo parezca.