De estilos y matices

Publicado el 29 abril 2014 por Squadraeterna @squadraeterna

Tras la exhibición de los pupilos del Cholo en la eliminatoria frente al F.C Barcelona, el Atleti se colaba en las semifinales de la Champions League. La competición más importante a nivel de clubes en el viejo continente recuperaba a un viejo conocido que durante estos años se había visto en un segundo plano. La Europa League con Quique Sánchez Flores, la segunda con el argentino y la Copa del Rey en territorio enemigo, ya avisaban de lo que vendría. El Atleti había vuelto.


El sorteo le deparaba un doble duelo con el Chelsea de Mourinho, aquellos que, de la mano de Di Matteo, consiguieron levantar su primera orejona hace apenas dos cursos, en el mismísimo Allianz de Munich y contra el Bayern, otro que venía anunciando lo que llegaría una año más tarde.
Y con esas dos figuras, Mourinho y Bayern, llega la polémica pocas semanas después. Una polémica tan absurda como cansina, un perfume que ya ha dejado de oler. La magnitud del fútbol de los de Munich que se inició con Van Gaal ha alcanzado un enorme nivel con Guardiola en los banquillos. Un toque el del catalán nada fácil, los alemanes venían de ganarlo todo con Heynckes en el banquillo y un estilo de fútbol tan arrollador como diferente al que el de Arenys dotó nada más aterrizar en el Allianz. Y como todo, hay a quienes les gusta más, hay a quienes les gusta menos. Fútbol, un deporte tan variopinto como diferente en cuanto a estilos. Tan solo un punto en común, todos han de conducir a una misma meta, el gol y la victoria. Y llegando, es válida. Los gustos dependen de cada uno.
Y aquí aparece Mourinho. El estilo de Mourinho. Tan diferente al de Guardiola y a la vez tan parecido. Los títulos y las victorias son la meta, y ambos la encuentran. Mourinho y Guardiola. Tan queridos en sus clubes como señalados por el enemigo. Tan queridos mientras están, tan señalados por algún sector cuando se marchan.
Y es que el portugués llegó al Real Madrid idolatrado y empujado por una prensa que le otorgaba el título de mejor entrenador del Mundo tras su exhibición táctica con el Inter de Milan en la Champions, esa que levantaron en el propio estadio Santiago Bernabéu y ante, casualidades, el Bayern de Munich. Una exhibición táctica que pasó por encima del Barça de Guardiola, un Barça dominador, una máquina de hacer fútbol que se vio superada por el engranaje perfecto de la artillería de Mou. El Inter era campeón y los aspersores saltaban. Madrid, y Milán, enloquecían. Y con ellas la prensa, la de Milán y la de Madrid, la que elevaba a Mourinho a los altares anunciando la llegada del “elegido” al banquillo de Chamartín. El héroe portugués que causaba dolores de cabeza en tierras culés era el hombre que Florentino y su séquito de periodistas habían señalado como el idóneo para el barco blanco.
Tres cursos duraría la aventura en la capital de España. Un Copa del Rey y una Liga ante el Barça de Pep eran los logros de Mou al frente del Real Madrid. Pero algo había cambiado. Los mismos que empujaron al portugués al banquillo madridista, habían decidido que su tiempo en España acababa. Del éxito táctico y las exhibiciones defensivas que vencieron a Guardiola se había pasado a un fútbol rácano y resultadista. ‘Del Mourinho que no alzaba la voz’ en Milán, Porto y Londres se había pasado a un entrenador polémico, un agitador que no dejaba títere con cabeza desde Gijón a Barcelona, en Valencia o en Sevilla y hasta en Madrid, a los que mandan, a los que pitan y a los que controlan y gestionan la Liga. Y eso no gustaba. En realidad al principio sí, pero la llama se apagó.

Mou dejaba de ser Mou y disfrazaba a Karanka en rueda de prensa. Señaló a Iker Casillas, ‘Santo’ y seña del madridismo, imagen de España y ‘amigo de sus amigos’. Y eso no gustaba. Porque los que le empujaron habían descubierto a Mou, en realidad el portugués nunca había dejado de ser Mourinho, él nunca se escondió, ni en Porto, ni en Milán ni en Londres, tampoco en Madrid. Siempre usó sus armas, las mismas, dentro y fuera del campo. Siempre fue el mismo y nunca dijo que su fútbol fuera el mejor. Ni antes eran exhibiciones tácticas, ni ahora son autobuses. Solo que gusta vestir su estilo al son de la música que suena, o al son de la música que queremos que suene. Porque donde se dijo digo, ahora era Diego.
Y con Diego, Simeone, explotó la burbuja de estilos. El carisma, la implicación, el desgaste físico y amor por los colores del Atleti chocó contra el ‘bus’ de Mou. La pizarra del Cholo no podía con un Chelsea rácano, defensivo y conservador. Porque está claro, aquella exhibición táctica frente al Barça de Pep fue eso, exhibición, y al parecer un espejismo, un autobús bien vestido, ¿no?. Lo dicho, un espejismo, un espejismo que le llevó al Bernabéu y le elevó a los cielos. Mourinho no cambió cuando llegó a Madrid. Ni su fútbol, ni su estilo. Ni él, ni su estilo. Quizás nos vendieron algo que no era, y había que cambiarlo, y lo hicieron. De la exhibición táctica al autobús, solo son matices.
"Fútbol es fútbol" (Vujadin Boskov)