Llevo un tiempo pensando en escribir un artículo sobre lo que considero los males de España. Una consideración que es, más que nada, una opinión personal que no se sustenta en pruebas empíricas sino en intuiciones y posibilidades. Pero creo que ese artículo iba a ser demasiado extenso como para resultar interesante así que, dándole vueltas a cómo abordar este post para no aburriros, he llegado a la conclusión de que podemos resumir el mayor problema de este país y sus ciudadanos en una sola frase: españoles, Franco NO ha muerto.
Tal vez algunos de vosotros, amigos lectores, os hayáis escandalizado al leer la última frase del párrafo anterior; tal vez consideréis una boutade el comparar esta época “democrática” de España con esa larga etapa oscura de nuestra historia reciente. Pero no se trata de una provocación, ni de humor negro, y tampoco las comillas que he puesto a la palabra democrática están puestas al azar o por capricho. Parémonos un poco a pensar en las circunstancia de la muerte del dictador y pensemos si es posible que 30 millones de franquistas murieran con él. Echemos la vista atrás hasta esa tan cacareada transición y analicemos si acaso la política de perdón, amnistía y reinserción democrática no permitió que gente de la misma ideología que Franco, que secundó, participó y celebró la privación de libertades en España durante 40 años, siguiera “representándonos”. ¿No se trató acaso de una transición en la que cambiar las cosas para que todo siguiera igual? ¿No seguimos aún hoy, en pleno siglo XXI, dividiendo a la población española entre fascistas y comunistas (ahora llamados radicales de ultra-izquierda)? ¿Entre monárquicos y republicanos? ¿Entre ateos y católicos? Basta echar un vistazo a nuestros medios de comunicación tradicionales -a todos- para darse cuenta de eso: los medios republicanos de izquierdas (pocos) y los monárquico-católicos de derechas (la mayoría). Es un fiel reflejo de nuestra sociedad; una sociedad que vive en el año 2012 con una ideología de 1940, con los jóvenes adquiriendo los mismos males que sus padres y abuelos.
¿Y cómo solucionamos esto? Creo sinceramente que el camino pasa por dejar de pensar y actuar como si el mundo fuera en blanco y negro. Hay que dejar atrás el concepto de Lucha de Clases. No se trata de ir contra el rico, contra el empresario o contra el político, sino de luchar contra la injusticia, sea cual sea el lugar y la forma en que se manifieste. Es hora de abrir los ojos y ver que nuestro presente está lleno de colores y matices y que tenemos la opción de cambiar nuestra sociedad (esta vez de verdad) para dejar atrás un pasado con el que todavía no hemos querido romper. Y, antes que nada, no debemos olvidar una cosa: que por mucho que los políticos y personajes afines se llenen la boca hablando de democracia, no vivimos en una democracia (tampoco en una dictadura, recordad: las cosas no son blancas o negras), aún estamos en una transición que ya dura 36 años. Ahora preguntémonos: ¿estamos dispuestos a cometer el mismo error dos veces?
España. Año 2012. Foto: Jordi Borràs