¡Ayer por la tarde nos dieron el coche nuevo!.
Estuve todo el día nerviosa, consciente de que para nosotros era un acontecimiento importante, que iba a suponer un antes y un después. Tuve momentos de mucha ilusión y también de bastante tristeza por dejar atrás a mi coche. Mi viejo coche, como si todo lo que es viejo fuera feo, inservible, desechable, ¡casi me parece que es un insulto llamarle viejo!.
Lo cierto es que superado el momento de decir adiós y el momentazo de salir de allí conduciendo un coche tan nuevo, tan limpio, tan grande, tan ¡todo!, ahora estoy muy satisfecha. Tengo esa paz interior que le queda a uno cuando por fin se atreve a hacer algo que era muy necesario pero que por distintos miedos uno dudaba y dudaba y siempre dejaba para otro momento y ese momento nunca llegaba. Esta mañana me levanté con dudas sobre si sería capaz de conducir el coche yo sola, con la responsabilidad de llevar al niño detrás, pero cuando ya me he visto en carretera y he sentido la seguridad que infunde el coche, la sensación de peso, de tamaño, de estabilidad, de suavidad.. Ahí ha sido cuando me he relajado.
Y es que, como ya comenté, hacía ya bastante tiempo que ya no tenía ganas de conducir, que me daba miedo incluso salir a la calle con un coche sin ninguna medida de seguridad, me daba pereza ir a cualquier parte, conducía en tensión por si nos pasaba algo. Eso por fin se acabó y hoy me siento con más ganas de salir sin tener ese handicap de no atreverme a coger el coche, ¡me he quitado un peso de encima!.
Supongo que ahora me esperan muchas anécdotas, sobre todo con el tema aparcamiento porque no es lo mismo aparcar una cajita de cerillas que un coche bien grande. Hoy ya he tenido que pedir ayuda para salir del parking donde hemos ido pero, vamos, eso son dos días hasta que le coja las medidas.
Estoy muy contenta. ¡Y con un fin de semana de sol por delante para probarlo!.