Por: Manuel García
No ha publicado en Visor, pero me consta que la obra de José Luis Zerón ha sido de las más leídas y reseñadas a lo largo de estos últimos veinte años, quizá por su carácter independiente y por seguir indagando en las raíces del símbolo con el fin de explicar qué valor tiene la existencia humana en el caos de la realidad.
La editorial Polibea publica ahora
De exilios y moradas, el último poemario del autor oriolano, un trabajo muy interesante, pues incide en la línea evolutiva de un poeta que contempla la realidad desde el ascetismo. Una perspectiva neutral, científica, eminentemente objetiva, dentro de lo poético, intenta descubrirnos qué propiedades tiene la realidad que nos circunda: “Entra en tus ojos una luz nueva,/ como un verbo sin voz, y recuperas/ la esperanza en el abismo que te contiene” (pág. 77).
Encuentro en este poemario un deber moral en la propia génesis del libro que articula todo un discurso poético con intención, con intención de extraer las razones místicas y mixtificadoras del propio hecho creador. Aforismos, sentencias, plegarias, un tono apocalíptico y un lenguaje literario, fundado en diversas herencias filosóficas, convierten a esta obra en un libro necesario para rastrear los enigmas que obran en la construcción de la realidad, en los avatares de los símbolos que se manifiestan ante nosotros, en la evidencia de que los despojos, la caducidad y las cenizas son inexorablemente la otra cara de la existencia, la que redime, pero a la que tememos: “El nombre de Dios repetido en voz alta miles de veces/ no te elevó más allá de la muerte./ Ninguna hermosa elegía te devolverá/ los paraísos perdidos” (pág. 81).
Lo que conmueve en este poemario es la serenidad con la que se trata la destrucción o el hecho de extinguirnos después de vivir en la inocencia de creernos indemnes; laeuforia de la vida es la euforia de la muerte y el ser humano es víctima, objeto y testigo del propio devenir:”Mirar y sentir estupor -oh vida en ruinas-/ y no ver incendios en cada lumbre,/ ni gusanos en los rostros/ de quienes interrogan” (pág. 61).
Cultismos, ausencia de adjetivación y una marcada influencia de la poesía renacentista consiguen que
De exilios y moradas sea una especie de doctrina sobre los estados de la conducta. A diferencia de anteriores poemarios, el libro de J.L. Zerón no incide en una reflexión metalingüística o metapoética, sino que esta poesía trata de explicar los cambios de estado que se producen antes de la muerte, las rémoras del hombre a lo largo de su vida, la autosuficiencia de la naturaleza pese a nuestra presencia. Y es hermosa esa severidad con la que describe y juzga, siendo el lenguaje poético otra forma de estar en el mundo:”Mi cuerpo habita en la mirada de la jauría dispuesta/ a arrancarle el último/ jirón de piel a la esperanza” (pág. 35).
Desde su poemario,
El vuelo en la jaula, la poesía de José Luis Zerón apostó por una depuración máxima, por tratar temas de una profundidad filosófica que se traducían en conceptos clave en sus textos, en un predominio de la sustantividad dentro de su léxico, en una necesidad de explicar que la vida es el envés de una realidad mucho más compleja de la que advertimos, que el tiempo es una ilusión y que solamente el presente sobrevive. En De exilios y moradas no abandona esa esencia de El vuelo en la jaula y la pureza conceptual de sus estructuras reside en esa capacidad que tiene José Luis Zerón para transformar lo pútrido y lo letal en una belleza hipnótica y reconocible solo en su voz: “Devolvedles la vida a las palabras/ que ellos ensangrentaron,/ los mismos que ahora pasan con semblante/ de víctima y manos de verdugo./ Decidles que nunca llegará para ellos/ el tiempo de la transparencia.” (pág. 42).