Mientras dejaba listo mi flamante modelito de mañana -sí, como una niña buena…- me ha dado por pensar por qué c********** mi mente piensa en un 97% como si estuviera dictando un guion, un libro, una novela… o una entrada de blog. Todo lo que me ocurre va más allá de ponerlo en un nick de Facebook y sobrepasa la barrera de adornarlo con floritura -más o menos barata, a juicio de vuestras bondades lectoras- en una entrada como esta.
Da lo mismo, estoy cansada, me acompaña un maravilloso y acalórico té relax mercadonil y los estornudos de hace un segundos me recuerdan presagios peores. Hoy ha sido un día de locos y, aun así y por eso, soy feliz. Pero de esas felicidades que se saben por dentro, pero que jamás puedes racionarlas ni rememorarlas. Decir que he trabajado 10 horas es quedarme corta, y no le añado las angustias propias del volante de idas y venidas, las trifulcas varias y la crudeza de saber que Grey va a ser ese rubio y no algún otro buenorro con mirada inquisitoria ¬¬… Porque la certeza de saber que me divierto leyendo en inglés los libros de cama con una sonrisa cómplice mientras me tomo un café solo con la misma compañía en un bar lleno de gente a las 8.30 am… no tiene precio. Porque el reírme con un capítulo de “The Middle” mientras me tomo una rodaja de salmón a la plancha con media Cruzcampo no lo pago con nada… Y porque cada conversación de alguien al que quiero vale millones; de euros, de risas y de abrazos, sobre todo, de abrazos.
Sinceramente, y aunque suene a locura, iba a escribir sobre si en el futuro también le diremos a nuestros hijos que se pongan las bragas o calzoncillos nuevos antes de ir al médico, pero me imagino que lo dejaré para divagar en otra ocasión…
Hoy ha sido un día de esos que no puedes dejar de pensar por un minuto que será de ti la semana que viene, y eso a veces se necesita. Por mucho que me queje, escriba post sin sentidos o te saque alguna sonrisilla sin pretensión.
Buenas noches… o lo que sea…