De felipes, marianos y repúblicas

Por Benito Sacaluga

Lo que está sucediendo en el seno del Partido Popular y por extensión en el Gobierno es de tal gravedad que, más que una realidad constatada, nos llega a parecer una pesadilla, un mal sueño imposible. El robo sistemático de los recursos del Estado es un mal que venimos padeciendo al menos desde 1939, pero hoy en día y gracias a algunos medios de información dicho robo es del dominio público y se ha convertido en algo inherente a nuestra propia existencia, forma parte de nuestro día a día y a buen seguro que hace tiempo dejó de escandalizarnos para convertirse en un mal crónico contra el que no parece existir curación, máxime cuando hasta el poder judicial está gravemente en entredicho. Con una situación como la descrita, con las instituciones y empresas públicas degradadas y un sistema de estado que comporta la existencia de una jefatura del mismo sin poder de acción, la posición real de los españoles es de indefensión total ante la corrupción del partido gobernante y consecuentemente de pérdida de derechos y libertades.
Mañana nos levantaremos con un nuevo escándalo y el presidente del Gobierno volverá a mirar para otro lado mientras maniobrará en la oscuridad para evitar las consecuencias, así llevamos desde que tomó posesión de su cargo. Mientras tanto desde la jefatura del Estado solo obtendremos un silencio inaceptable. Una jefatura del Estado cuyo entorno también está salpicado por casos de corrupción y sospechas, tal y como lo ha estado desde que el francés Felipe V se sentó en el trono de España hace más de trescientos años por imposición del rey francés Luis XIV, convirtiéndose así en el primer borbón en hacerlo, hoy un descendiente suyo sigue ocupando el cargo de Jefe del Estado en España, un cargo que como todos sabemos es meramente protocolario, un costoso jarrón vacío de contenido, rodeado de no pocas amistades peligrosas.
Si estamos así es, entre otras cosas, por la sencilla razón de que nuestro sistema de estado es ineficaz para defender a los ciudadanos al mismo tiempo que protege a aquellos que esquilman al pueblo. Bastaría con abolir la monarquía para que la situación experimentase un giro de 180 grados. Si España fuese una República hace mucho tiempo que Mariano Rajoy no sería presidente del Gobierno. El Artículo 75 de la Constitución Española de 1931 sería la herramienta ideal para descabalgar a Mariano Rajoy dada su postura ante la corrupción de los suyos y las nefastas consecuencias de su comportamiento.
Artículo 75. (CE-1931)
El Presidente de la República nombrará y separará libremente al Presidente del Gobierno, y, a propuesta de éste, a los Ministros. Habrá de separarlos necesariamente en el caso de que las Cortes les negaren de modo explícito su confianza. 
Ningún presidente de la República, a la vista de lo que ha sucedido y sucede, dudaría en destituir a Mariano Rajoy, ninguno, aunque formase parte de su partido. En la monarquía que padecemos lo anterior no es posible. Ante esta impotencia sumemos la colaboración del PSOE y C's para que, en plena oleada de casos de corrupción, Rajoy fuese investido presidente del Gobierno, incluso hoy mismo se niegan a apoyar la moción de censura propuesta por la izquierda parlamentaria,
El Parlamento no actúa, el Poder Judicial carece de medios y del apoyo incondicional de la Fiscalía, lo que viene a convertir España en un lugar donde todo se decide por el Poder Ejecutivo. Más o menos una especie de democracia orgánica donde los actores son exclusivamente los corruptos y los poderes económicos, una situación en la que el punto de no retorno está cada día más cerca. Tomar medidas urgentes es vital.
Benito Sacaluga.