La gran incoherencia de nuestro sistema: criamos y educamos para la paz, el respeto, la solidaridad, la equidad, la responsabilidad, la diversidad pero lo hacemos desde la violencia, la discriminación, los prejuicios y humillaciones, con lo cual somos una sociedad esquizofrénica o a estas alturas seguimos creyendo en la magia que convierte la mierda en oro.
Estamos tan desconectados del fluir de la vida, de la pulsión del momento a momento, del aquí y el ahora que seguimos creyendo que lo importa es el resultado, lo que vale es el futuro. Pero, el fin nunca justificará los medios, básicamente porque los medios definen el fin real, no el ideal, ni el imaginable, sino aquel tangible de carne y hueso, el que de verdad importa… de nada servirá decir luego: “yo le pegué para que fuera bueno y pacífico”
Nos gastamos los años y la vida, discutiendo, pensando, teorizando sobre como tener un mundo mejor, como lograr relaciones basadas en la diversidad, el respeto, la responsabilidad, el reconocimiento, pero no vemos que la respuesta está en es@s niñ@s pequeñ@s a quienes maltratamos, abandonamos, manipulamos.
Hemos generando sólidos discursos que abogan por la diversidad, la autonomía, la convivencia pacífica; tenemos grandes propósitos amorosos y altruistas, sin embargo en lo concreto, en el día a día le restamos valor a los detalles y creemos que decir “te amo” e incluso sentirlo, es más poderoso que una mirada de desaprobación, o un insulto, una manipulación e incluso un golpe. Creemos que por el hecho que l@s niñ@s devuelven en forma de sonrisa y amor una agresión, que por su necesidad de nuestro amor disculpan y normalizan nuestros abusos, podemos imponernos y violentarlos sin temor a dañarlos, total los adultos sabemos y l@s niñ@s nos siguen.
La vida está llena de maravillosos momentos cargados de significado, decisiones cotidianas y a veces de apariencia trivial pero que definen donde está nuestra apuesta, donde está nuestro corazón. No es lo mismo, nunca será lo mismo sin importar las circunstancias una sonrisa que una burla; un abrazo o un mimo que un golpe; estar y permanecer que abandonar; dar vida en forma de alegría, respeto y amor que violentarla con negaciones, insultos, abusos y golpes; acompañar a crecer y respaldar que castigar y disciplinar; y son estas decisiones las que hablan de quienes somos y nunca seremos los mismos después de optar por una u otra. El acto de transformar siempre transforma
Pero estamos a veces tan obstinados en los resultados que extraviamos el camino y creemos que todo vale, y nos mentimos diciéndonos que el resultado anulará los medios, que si logramos criar un ser humano feliz y responsable no importará como lo hayamos hecho, no importará si para lograrlo hemos tenido que pasarle por encima, lo que importa es siempre el resultado, ese esquivo futuro que nunca ha de llegar, porque el único tiempo posible es aquí y ahora, el que define y moldea todos los tiempos por venir. Un ser humano feliz y responsable es producto del amor, el respeto, las necesidades cubiertas, el amparo y alegría que ha vivido en su infancia.
Lo realmente poderoso de la paz no es la que viviremos después del último estallido violento si no aquella que día a día construimos y disfrutamos