El desconsuelo por el fallecimiento de Fidel Castro de miles y miles de cubanos que siguen filas kilométricas en La Habana desde el pasado viernes recuerda las mismas escenas vividas en Madrid hace 41 años y diez días, cuando exhibieron el cadáver de Francisco Franco en el Palacio Real.
Sólo hay que pedir en Youtube “Muerte de Franco” para encontrar numerosos vídeos con esas manifestaciones en las que se ve compungidos a “antifranquistas de toda la vida”, incluido el funcionario y abuelo de Iglesias Turrión, como tantos fidelistas de hoy proclamarán algún día su anticastrismo de siempre.
Inmensas multitudes lloraban bajo el encapotado cielo madrileño esperando horas para pasar ante el cuerpo del dictador que mantuvo el poder 36 años, 21 menos que su homólogo y semipaisano galaico-cubano, que a pesar de su retirada en 2011 mantuvo bajo vigilancia el régimen comunista que había fundado.
Todos los dictadores empiezan con revueltas populares, levantamientos violentos, tomas de poder con masas bien arengadas, y guerras o guerrillas: muchos miles de muertos, de presos, de desaparecidos, de exiliados, de represaliados.
Pero hay diferencias entre dictadores de izquierdas y de derechas como Fidel y Franco: los primeros dejan el país devastado económicamente, aunque mucha gente siga creyendo su mensaje porque su propaganda lava los cerebros nacionales y extranjeros mejor que la del derechista.
Dejamos al margen a Mussolini y Hitler porque ambos mezclaron las teorías socialistas con el nacionalismo y eran tan de izquierdas como de derechas.
El derechista Franco murió con una España mucho más próspera, a pesar de que en 1959 era más pobre que Cuba, país que progresaba rápidamente gracias a la libertad comercial y las inversiones estadounidenses en toda su economía, no sólo en casinos o prostíbulos que ocupan ahora toda la isla.
--------
SALAS