Una película, en fin, extraordinaria en su concepción y desarrollo, al tiempo que desesperanzadora, pues poco puede hacerse ante esas mentes perturbadas con las que cualquiera podemos encontrarnos por la vida.En cuanto a la reciente entrega de este director y guionista, Amour (http://www.youtube.com/watch?v=dxFVk-vM38Y), no es que rompa con su tradicional dramatismo, pero supone un respiro en medio de lo sobrecogedor a que nos tiene acostumbrados. Hay un sustrato de amor sostenido en el tiempo por parte de la pareja de ancianos protagonistas de la película, que nos reconcilia un poco con el mundo, aunque lo irreparable del deterioro físico, de la enfermedad galopante, de la enajenación mental y la invalidez, nos coloque ante una triste realidad, bastante presente en nuestra sociedad.Si en la anterior nos mostraba el mundo horrible, la actuación extrema de una pareja de psicópatas, aquí nos presenta la vida apacible que se apaga de un par de ancianos que han vivido una vida plena en lo personal y profesional, pero a los que les ha llegado el derrumbe por la enfermedad de la mujer, que comprende su tragedia y no quisiera prolongarla, siendo el anciano quien ha de correr con la responsabilidad de cortar con la desgracia, precipitándose en otra tragedia.
Multipremiada el año pasado y el actual (Oscar, Premio BAFTA y Palma de Oro en 2012, y Globo de Oro en 2013, entre otros), esta última producción del cineasta -autor de obras tan rotundas como La Pianiste (2001), Caché (2005) o Das Weisse Band (2009)- vuelve a demostrar cómo con unos mínimos recursos, sin apenas rodajes exteriores, sin casi otros protagonistas que la pareja de ancianos en los momentos últimos de su existencia, da lugar a una obra magistral, sin fisuras, sin concesiones a la blandenguería y con una carga emocional sublime dentro de lo terrible del final irremediable de sus vidas.